sábado, 4 de abril de 2015

LEVIATAN EN LA -RELIGION-POLITICA-LITERATURA





Leviatán.






 Leviatán o Leviathan simboliza todo engendro del mal, es mencionado en el Antiguo Testamento: Salmo 74:13-14, Job 41 e Isaías 27:1). Interpretaciones del Génesis aducen que Dios creó un Leviatán masculino y otro femenino, luego mató a la hembra, la saló y se la ofreció en alimento a los justos, porque si el Leviatán se procreara el mundo no podría más que someterse ante él.
Al nombrar Leviatán, automáticamente el imaginario popular lo remite a monstruos marinos, mitológicos, satánicos. Monstruos de todo tipo, de esos que no se pueden combatir porque son difíciles de comprender. Se esconden en la profundidad de los mares, en oscuras oficinas, o en el corazón de algunos gobernantes dispuestos a sucumbir a sus tentaciones.

El "Leviathan" es la síntesis del imaginario contenido en la antropología y, al propio tiempo, es una metáfora política de la historia de la humanidad. Las imágenes del temor y la esperanza, quizás las más emblemáticas por su relación con la miseria o la felicidad, no sólo le sirven a Hobbes (fue el primero en relacionar la a política con el monstruo),  para realizar un discurso coherente para legitimar  el poder y la obediencia, sino para aplastar cualquier tipo de sedición.
Estos antecedentes son los el lector podrá encontrar en las raíces históricas de del monstruo llamado Leviatán, al que es posible transpolar a cualquier situación ligada con el poder y la corrupción.





Leviatán en la Biblia


El nombre “Leviatán” aparece varias ocasiones dentro de la Biblia:
  • Isaías 27:1: Este pasaje, al ser vinculado con la descripción que el Génesis hace de Satanás como una serpiente tentadora, ha sido en gran parte el que ha dado origen a la figura del Demonio como el Gran Dragón, como la Gran Serpiente, como Leviatán…En efecto, a diferencia de otros pasajes bíblicos en que “Leviatán” parece ser solo el nombre con el que se alude a una gran bestia, aquí sí resulta claro que alude al Demonio (al menos simbólicamente), sobre todo teniendo en cuenta que el contexto del pasaje bíblico es un contexto apocalíptico. Por ello sirve citar no solamente Isaías 27:1 sino también Isaías 26:21. Citando ambos pasajes (que en la biblia está uno luego del otro) se tiene este texto revelador: ‹‹Porque el Señor sale de su morada/para pedir cuenta de su iniquidad/a los habitantes de la tierra:/la tierra pondrá al descubierto la sangre derramada/y ya no cubrirá a sus muertos. /Aquel día, el Señor castigará con su espada bien templada, /a Leviatán, la Serpiente huidiza, /a Leviatán, la Serpiente tortuosa,/y matará al Dragón que está en el mar.››
  • Salmos 74: 13, 14 y Salmos 104: 25, 26: En el primer pasaje se habla de que el Señor aplastó las cabezas de Leviatán y se las dio de alimento a las fieras del desierto, mientras que en el segundo se dice que creó al Leviatán para jugar con él y se presenta al Leviatán como una bestia marina. Hay quienes han interpretado que el primer pasaje alude a Leviatán como el Demonio pero aquello carece de sentido si se tiene en cuenta que, a diferencia de en el texto de Isaías, en Salmos 74: 13, 14 el Señor ya ha aplastado las cabezas de Leviatán, ya lo ha derrotado, siendo que supuestamente —y en concordancia con el Nuevo Testamento— es en el Día del Juicio (tal y como sale en Isaías) cuando el Demonio será definitivamente derrotado. Ahora, el pasaje de Isaías también se puede interpretar como una referencia a lo que será (aún no ocurría en tiempos de Isaías) la liberación de los israelitas en Egipto; y, partiendo de eso, la interpretación que se ha hecho de Salmos 74: 13, 14 sería coherente con Isaías en tanto que se habría escrito luego de acontecida la liberación de los israelitas en Egipto; ya que, según se ve en el libro del profeta Ezequiel, a Faraón se lo nombra como un gran monstruo marino tendido en el Nilo, monstruo que será abandonado a las bestias y les servirá como alimento, tal y como luego el Salmo 74: 13, 14 muestra que se cumplió. De ese modo queda claro como las interpretaciones concuerdan si se ve los pasajes como aludiendo al hecho histórico del éxodo israelita; mas, si se intenta ver a los pasajes como aludiendo a la derrota del Demonio, la interpretación solo funciona con el texto de Isaías y resulta forzada en el caso de los Salmos. Por otra parte, en lo que respecta a Salmos 104: 25, 26, a Leviatán allí simplemente se le nombra como monstruo marino, no tiene sentido postular que represente al Demonio antes de pelearse con Dios ya que ese “Leviatán que tu formaste para jugar con él” va precedido de un “Allí está el mar, grande y dilatado, donde se agitan, en número incontable, animales grandes y pequeños” y, por ende, el contexto indica con toda claridad que Leviatán es solo una bestia entre todos esos animales “grandes y pequeños”.
  • Job 41: Algunos eruditos han dicho que el extenso pasaje de Job alude al cocodrilo, lo cual en primera instancia parecería tener sentido si tenemos en cuenta que el Leviatán de Job habita en el agua, tiene escamas, piel dura e hileras de colmillos. No obstante, incluso en una versión bíblica tan actual como la Reina Valera 2000, el Leviatán de Job es presentado como un ser que no puede vencerse con armas humanas, que su sola visión espanta, que es rey entre los soberbios y que escupe fuego. Entonces: ¿existe alguna especie de cocodrilo que escupa fuego? Evidentemente no, de allí que haya tenido tanto sentido la interpretación hasta hoy vigente de que la bestia referida por Job es el Leviatán-demonio que todos conocemos, un ser terrible de cuya boca “salen hachas de fuego, centellas de fuego proceden” (Job: 41:19, Reina Valera 2000).
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 .Leviatán en la tradición judía
Textos como el AvodaZara o el MoedKatan (ambos pertenecientes al Talmud) contienen pasajes vinculados a una leyenda judía en la cual luego del Armagedón habrá un banquete donde solo entrarán “los justos”, un banquete en el que, bajo un gran lugar cuyo techo estará cubierto elegantemente por la piel del Leviatán, se comerá la carne de tres bestias míticas: el Leviatán (bestia marina), el Behemoth (bestia terrestre) y el Ziz (bestia aérea, ave gigante).
Vinculado a lo anterior, en el festival judío de Sucot existe un rezo en que al final el celebrante dice: “así pueda yo tener mérito en el año que viene para morar en el sukkah de la piel de Leviatán. El año próximo en Jerusalén”. Otro ejemplo aún más representativo es el del festival del Akmadut, festival donde se canta un himno en el que dice: “Leviatán y el buey Behemoth… Se engancharán el uno con el otro y comenzarán el combate, con sus cuernos, el Behemoth corneará con fuerza; el pez [Leviatán] saltará para confrontarlo con sus aletas, con poder. Su creador se les aproximará con su espada poderosa [y los matará a ambos]” y “… […]…de la hermosa piel del Leviatán, Dios construirá los pabellones para abrigar al honrado, que comerá la carne del Behemoth [buey] y el Leviatán en medio de gran gozo y alegría, en un enorme banquete que será dado para ellos.”
En cierta línea de la tradición judía se cree que el Leviatán era un dragón andrógino que sedujo a Adán en su forma femenina y a Eva en su forma masculina.
Ciertos eruditos han dicho que el Leviatán, Behemoth y Ziz deben ser interpretados respectivamente como símbolos del agua, la tierra y el aire.
Por último, el Libro de Enoc (apócrifo para los católicos) nos presenta a Leviatán y a Behemoth como seres cuya descripción parece haber inspirado las interpretaciones de los eruditos que antes fueron mencionados. Dice el Libro de Enoc: ‹‹Y en ese día se separarán dos monstruos, una hembra llamada Leviatán, que morará en el abismo sobre donde manan las aguas, y un macho llamado Behemot, y ocupará con sus pechos un desierto inmenso llamado Dandain››
El demonio Leviatán
Se cree que, antes de caer, Leviatán pertenecía a la orden de los Serafines, la primera jerarquía angélica de entre las nueve existentes. Así, Leviatán habría estado entre los “ángeles de la caridad”, entre los seres que están más cerca del Padre y que pasan la eternidad contemplando y disfrutando la belleza del Todopoderoso y cantándole a su gloria sempiterna mientras esparcen sus rayos de amor sobre la Creación.
En la demonología medieval algunos creían que Leviatán era un demonio acuático que intentaba tomar posesión de las almas y que resultaba muy difícil de expulsar mediante el rito exorcista. Otros simplemente lo veían como una imagen de Satanás.
Para Santo Tomás de Aquino, Leviatán era el demonio de la envidia y, de entre todos los habitantes del Averno, él era el primero en encargarse de castigar a los envidiosos.
Según el jesuita Peter Binsfeld, Leviatán es, dentro de los siete príncipes del infierno, el que representa[1] el pecado capital de los celos. Al menos así lo describe dentro de su De confessionibus maleficorum et sagarum, libro que es uno de los pilares de la demonología renacentista (fue publicado en 1589).
Más tarde, Sebastían Midhaelis habría de dividir a la elite de los demonios en tres categorías, poniendo ocho demonios en la primera, cinco en la segunda y tres en la tercera. Allí Leviatán sería situado en la primera categoría como un demonio caracterizado por atacar las creencias religiosas, por inducir al paganismo, al ateísmo, al escepticismo arreligioso…
Dentro de todo lo que se ha dicho sobre Leviatán hay algo de suma importancia en tanto que supuestamente fue dicho por un demonio…De esto nos habló el Padre Sebastien Michaelis en sus escritos sobre el caso de posesión de la hermana Madeleine, acaecido en 1647 dentro del convento de Louviers en Aix-en-Provence. Ahí, Sebastien Michaelis nos cuenta que, en el contexto de los exorcismos, el demonio Bablerith (uno de los tantos demonios que poseían a la monja de dieciocho años) soltó los nombres de los otros demonios que poseían a la monja, dentro de los cuales estaba Leviatán, demonio que, según dijo Balberith, tendría de enemigo especial a San Pedro, se encargaría de incitar a los hombres a cometer sacrilegios y sería el gran enemigo de los santos.
Ya casi dentro de lo que es la actual demonología, en su Diccionario Infernal publicado en 1863, Collin de Plancy nos presentará al alto mando infernal dividido en cinco grupos: el primero, de príncipes y altas dignidades; el segundo, el de los llamados “ministros de despacho”; el tercero, el de embajadores; el cuarto, el de los encargados de impartir la justicia en el infierno; y el quinto, el de los encargados de las distintas funciones dentro de la gran mansión llamada “Casa de los Príncipes”. Dentro de todas esas divisiones Leviatán se encuentra en el grupo de los ministros de despacho y ocupa la función de Gran Almirante, dirigiendo la Armada del Infierno y siendo así mismo el “Amo Demonio de los Océanos” y el “Rey de las Bestias”, títulos de los cuales el primero comporta la cualidad de que Leviatán no puede ser lastimado por arma humana alguna cuando se materializa.
Finalmente, de acuerdo a La Biblia Satánica de Antón Szandor LaVey, Leviatán es, dentro de los llamados “Cuatro Príncipes de la Corona del Infierno”[2], aquel que representa al elemento del agua y gobierna el Oeste en el infierno y en la Tierra (en tanto zona que sufre influencias demoníacas). Al pertenecerle el elemento del agua, Leviatán es asociado con la vida y la creación y, en el marco de los rituales satánicos, se lo representa con un cáliz. La Iglesia de Satanás usa, para representar a Leviatán, las cinco letras hebreas de “לִוְיָתָן” dispuestas en las cinco puntas del Sello de Baphomet. Las letras deben ser leídas en orden de las manecillas del reloj, comenzando desde la que está en la punta que señala hacia el sur: el nombre se lee como “LVITHN” y significa “Leviatán”.

 Temática

Es evidentemente el sufrimiento del inocente. Ya desde la más remota Antigüedad los pensadores se han enredado en el espinoso problema del hombre bueno que sufre y del malo feliz. Incluso Platón se preocupó del asunto y le dio una formulación precisa, aunque sin encontrarle una solución que no chocara contra la filosofía y la moral.
Es este, precisamente, el tema que trata el libro de Job: el protagonista es un hombre religioso, bueno y justo, a quien Dios permite que Satanás someta a numerosas y espantosas pruebas. Mientras Job sufre bajo las acechanzas del Mal, tres buenos amigos intentan consolarlo, tratando de convencerlo de que si sufre es por culpa de sus propios pecados.
Job se enoja y se defiende, pues él sabe que eso es un infundio y rechaza ese argumento con energía. Cuando aparece un cuarto amigo que explica que el sufrimiento templa al alma y al espíritu, Job continúa quejándose.
Por último, Yahvéh en persona se hace presente, reprende a Job por no haber aceptado Su voluntad y por sus quejas, y devuelve al protagonista a su antigua felicidad.
Varios mitos griegos se refieren a temas parecidos: Prometeo es culpable, por robar el fuego a Zeus  y es condenado a que un águila le comiera cotidianamente el hígado; Edipo Rey sufre el castigo de los dioses por un pecado que él no era consciente de estar cometiendo; Hércules no ha pecado, pero los puños de los dioses terminan por aplastarlo. Perseo debe cortar la cabeza de la Medusa, pero esto desencadena  una serie de acciones que le obligan a intercambiar su reino.

Estructura

Consta de un inicio y un final bastante breves en prosa. El grueso del libro (es decir, del capítulo 3 al 42) es un poema. El poema a su vez se divide en los tres discursos de los amigos de Job (Elifaz, Bildad y Zofar) con sus correspondientes réplicas. Sigue luego otro discurso, esta vez de Elihú y los dos de Yahveh.
El libro de Job consta de cinco secciones bien diferenciadas:
  • Un prólogo en prosa (capítulos 1 y 2)
  • Una serie de discursos dramáticos que tienen lugar entre Job y tres de sus amigos, Elifaz, Bildad y Zofar (caps. 3-31)
  • Un diálogo entre Job y Elihú, un cuarto amigo (caps. 32-37)
  • Discursos de Dios "desde el seno de la tempestad" (caps. 38-41)
  • Un breve epílogo en prosa (cap. 42).

Problemas filosóficos y teológicos planteados

El Diablo cubre de pústulas a Job (de William Blake).
Desde el punto de vista de la mentalidad judía, el problema que ofrece el libro de Job es complicadísimo. Para el judío, todo el Bien y todo el Mal proviene de Dios, porque Él ha creado todo. Dios, al mismo tiempo, es completamente justo y observa una moralidad completa. ¿Cómo es posible que someta a Job a la aparente injusticia que se narra en el libro?
Correspondió, entonces, estudiar la forma en que Dios opera Su justicia. La respuesta de los libros bíblicos es que:
1.     Dios ejerce la justicia en el mundo real, y
2.     Dios ejerce la justicia en forma colectiva.
En tiempos antiguos, los hebreos no creían en una vida de ultratumba, y por lo tanto tampoco en premios o castigos después de la muerte. Estos conceptos se presentan por primera vez en Macabeos y en el Libro de Sabiduría. Si bien los fallecidos gozan en el Sheol de una especie de "semivida", en el Infierno de los antiguos judíos no se discriminaba a los buenos de los malos. Dios, por lo tanto, manifiesta su justicia en este mundo.
Por otra parte, la convicción de que la deidad ejerce la justicia sobre toda la comunidad deriva naturalmente de la estructura social de clanes que dominaba la vida de los judíos primitivos. También reside aquí la fuerte solidaridad que aglutina a los judíos (sufren juntos las penas y disfrutan juntos la bonanza). Todos los libros sagrados obedecen a esta filosofía, que es muy visible en el Deuteronomio, en Josué, en Jueces, Samuel y en I Reyes. Recién en Ezequiel aparece entre los israelitas el concepto de responsabilidades, premios y castigos individuales.
El problema, pues, se convierte en insoluble desde el punto de vista de Job. No está sufriendo por los pecados de los antepasados (una forma primitiva de pecado original) ni por los de sus amigos y vecinos. El diálogo con sus consoladores tiende a ignorar incluso la intervención demoníaca en sus penas.
El teólogo judío antiguo trató de justificar los inexplicables sufrimientos de Job a través de algún pecado ya olvidado o de faltas ocultas y nunca relatadas en el libro. Desde un punto de vista más moderno, se retorna a la acción maléfica del Diablo y al concepto del libre albedrío, condición necesaria para que se consume la alianza de Dios con Su pueblo. Si el Demonio no existiese, el Hombre no podría elegir entre el Bien y el Mal (que Job elige parcialmente al increpar a Dios por su dolor).
Por estas y otras complejidades, Job ha sido llamado "el libro más difícil del Antiguo Testamento".




Leviatán en la filosofía


Leviatán, o La materia, forma y poder de una república eclesiástica y civil (en el original en inglés: Leviathan, or The Matter, Forme and Power of a Common Wealth Ecclesiasticall and Civil), comúnmente llamado Leviatán, es el libro más conocido del filósofo político inglés Thomas Hobbes. Publicado en 1651, su título hace referencia al monstruo bíblico Leviatán, de poder descomunal ("Nadie hay tan osado que lo despierte... De su grandeza tienen temor los fuertes... No hay sobre la Tierra quien se le parezca, animal hecho exento de temor. Menosprecia toda cosa alta; es rey sobre todos los soberbios).1 La obra de Hobbes, marcadamente materialista,2 puede entenderse como una justificación del Estado absoluto, a la vez que como la proposición teórica del contrato social, y establece una doctrina de derecho moderno como base de las sociedades y de los gobiernos legítimos.

Parte I: Del hombre

En esta primera parte, Hobbes comienza por el estudio del hombre en sí mismo para poder, a partir de ahí, estudiarlo en sociedad. Analiza el conocimiento humano, cuyo origen fundamenta en la experiencia. La experiencia, según Hobbes, se forma por la repetición de hechos que se irán almacenando en la memoria, por lo que son fuente de sensaciones que permiten la producción de imágenes memorizadas. Los recuerdos son utilizados en estas combinaciones mentales y posibilitan al hombre simular los acontecimientos futuros y adquirir, por lo tanto, una indispensable prudencia. El hombre actuará según su experiencia, mediante la cual tratará de evitar los resultados indeseados que ha sufrido en momentos anteriores. El elemento fundamental que hará que este proceso sea mucho más rápido es la palabra, ya que permite el tránsito de lo mental a lo verbal, oral y escrito, razón por la cual favorece la emergencia de la verdad. Si decimos la verdad podemos transmitir nuestra experiencia y recibir la de otros, con lo cual podremos complementarnos mutuamente. Sin embargo, al tener datos equivocados, la ausencia de veracidad en esta comunicación tendría un efecto nefasto sobre nuestra prudencia. El discurso es, sin embargo, fuente de errores y de engaños que deben ser eliminados con el fin de obtener definiciones rigurosas que, a su vez, se conviertan en vías de acceso a la ciencia. Estos errores no tienen por qué ser inevitablemente malintencionados por el prójimo, sino que pueden ser producto de una falta de precisión lingüística. La palabra es la base de la razón y se adquiere por la acción, siendo esta fuente de sensaciones y de imágenes que se intelectualizan tras la adquisición de una metodología. La razón se caracteriza, según Hobbes, por el “cálculo de las consecuencias” de nuestros pensamientos. Descompondrá la situación que se presenta ante ella y analizará, según su experiencia, los posibles acontecimientos futuros para elegir el que más le convenga.
Posteriormente, examina la voluntad y la conducta humanas, tendentes siempre a la acción motivada por el deseo: el poder del hombre reside en su capacidad de actuar, y la adquisición del poder se convierte en una búsqueda permanente y dominada por la pasión.
La persona actúa según los impulsos que recibe del exterior, por lo que intentará a toda costa evitar los impulsos que le resulten desagradables y conseguir todos los agradables posibles.
El problema surge cuando estas fuentes de placer hay que compartirlas con otras personas o interfieren con sus deseos. Ello determina que cada ser humano esté en continua guerra con los demás. Esta situación en la que vive el ser humano en su estado natural encontró su mejor definición en dos de sus sentencias más universalmente conocidas: “Bellum omnium contra omnes” (“Guerra de todos contra todos”); y “Homo homini lupus est” (“El hombre es un lobo para el hombre”).
En este proceso de análisis del ser humano y de sus sentidos llega a una serie de definiciones que serán cruciales para su filosofía. Señala la importancia de estas definiciones, para lo cual insinúa que está intentando axiomatizar la humanidad siguiendo el modelo de la geometría. Esta influencia de las ciencias exactas se percibe en la manera tan objetiva y carente de sentimiento en la que describe las pasiones. Por ejemplo: “Lo que de algún modo es objeto de cualquier apetito o deseo humano es lo que con respecto a él se llama bueno; y el objeto de su odio y aversión, malo; y de su desprecio, vil e inconsiderable o indigno. Pero estas palabras de bueno, malo y despreciable siempre se usan en relación con la persona que las utiliza. No son siempre y absolutamente tales, ni ninguna regla de bien y de mal puede tomarse de la naturaleza de los objetos mismos, sino del individuo (donde no existe Estado) o (en un Estado) de la persona que lo representa, o de un árbitro o juez a quien los hombres permiten establecer e imponer como sentencia su regla del bien y del mal”. Le sigue una larga secuencia de definiciones similares como la esperanza (apetito con opinión de obtener) o lo honorable (cualquier acción, cualidad o argumento que sea señal de poder) por ejemplo.
El capítulo XIII es una exposición de la condición natural del hombre. Abarca el marco de su felicidad e infelicidad. Contiene la célebre frase anteriormente citada, “Bellum omnium contra omnes”. La vida del hombre es solitaria, pobre, malévola, bruta y corta.
Hobbes encuentra tres motivos básicos por los cuales hay conflictos en el estado de naturaleza: el primero es la competición, que hace que el hombre invada para obtener algo; el segundo, la desconfianza, para la seguridad; y el tercero, la gloria, para la reputación.
De estos tres conceptos partirán las leyes de naturaleza hobbesianas. Hobbes define 19 leyes de naturaleza. Sin embargo, las leyes primera y segunda son las más importantes, y de ellas se van a deducir todas las demás. La primera ley se compone de dos partes: Cada hombre debe procurar la paz hasta donde tenga esperanza de lograrla, y, cuando no puede conseguirla, entonces puede buscar y usar todas las ventajas y ayudas de la guerra. La segunda parte se refiere al derecho natural, a la libertad de cada hombre, que lo autoriza a usar su propio poder, según le plazca, para la preservación de su propia vida, y por lo tanto de hacer cualquier cosa que conciba como la más adecuada para alcanzar ese fin. De esta ley se va a derivar la segunda ley: Un hombre debe estar deseoso, cuando otros lo están también, y a fin de conseguir la paz y la defensa personal hasta donde le parezca necesario, de no hacer uso de su derecho a todo, y de contentarse con tanta libertad en su relación con los otros hombres, como la que él permitiría a los otros en su trato con él. De aquí en adelante, las leyes de Hobbes van a definir el contrato social, que es la base del siguiente capítulo.

Parte II: Del Estado

Hobbes desarrolla su idea del contrato o pacto social, desarrollado por los hombres como garantía de la seguridad individual y como forma de poner fin a los conflictos que, por naturaleza, generan estos intereses individuales. Así, a las pasiones naturales del hombre se oponen las leyes morales, siendo a su vez leyes naturales.
El Estado (o República) que Hobbes proyecta en Leviatán no es el concepto moderno de república (ausencia de monarquías) sino que es concebido como una res publica, es decir, un poder organizado de forma común cuya función es “regentar” las cosas públicas y que se funda a partir de la suma de voluntades individuales libres que deciden actuar para adquirir ventajas comunes. La libertad del individuo se verá reducida a los espacios donde la ley no se pronuncia. Sin embargo, al existir una cesión voluntaria de poder, se contemplaba un caso en el que los individuos podrían rebelarse contra el soberano: cuando éste causara perjuicios a su integridad corporal o a su libertad física, o sea, si el soberano no cumplía su parte del contrato social (defender la libertad de los individuos asegurando la paz) el pacto quedaba roto inmediatamente. El pensamiento de Hobbes deja un margen muy estrecho al libre albedrío y a la libertad individual.
El propósito que Hobbes da al principio del segundo libro es describir la causa final, el fin o el deseo de los hombres (que aman la libertad y el dominio sobre otros) en la auto imposición de los límites en los que viven en sociedad que es un instrumento para su propia preservación y, consecuentemente, para obtener una vida más tranquila; es decir, para librarse de la terrible condición de constante guerra, que como fue demostrada en la primera parte, es natural a las pasiones del hombre cuando no hay poder visible que las limite y controles por el miedo al castigo a aquellos que las lleven a cabo.
Hobbes renuncia explícitamente a la separación de poderes, en particular a la que posteriormente se convertirá en la separación de poderes establecida en la Constitución de los Estados Unidos. Cabe destacar que en el sexto derecho del soberano, Hobbes especifica que está a favor de la censura de los medios de comunicación y de las restricciones a la libertad de expresión, si el soberano considera que son negativas para la preservación del orden público.
Hobbes admite tres tipos de Estado: la monarquía, la aristocracia y la democracia. No puede haber más formas de gobierno que esas tres, pues ninguna, o todas, pueden tener todo el poder soberano (que se ha demostrado anteriormente que es indivisible).
Aunque haya habido otras formas de gobierno en el pasado, como fueron la tiranía y la oligarquía, Hobbes no las consideraba nombres de otras formas de gobierno sino las mismas con otro nombre. Pues aquellos que están descontentos con la monarquía la llaman tiranía y aquellos que están descontentos con la aristocracia la llaman oligarquía, al igual que aquellos que no les gusta la democracia la llaman anarquía (que significa falta o ausencia de gobierno).
Para Hobbes, el más práctico es la monarquía; ya que la diferencia entre estos tipos de gobierno no consiste en la diferencia del poder, sino en la conveniencia o aptitud de asegurar la paz y la seguridad del pueblo; al fin y al cabo, es el motivo por el cual se instituyen.
Al comparar la monarquía con las otras dos, de esto deduce que donde los intereses públicos y lo privados están muy unidos, los públicos se ven más favorecidos. En la monarquía el interés público y el privado son el mismo. Las riquezas, el poder, y el honor del monarca surgen de las riquezas, fuerza y reputación de sus súbditos. Es imposible que el rey sea rico, glorioso o poderoso si su pueblo es pobre, sin aspiraciones, o débil debido a la pobreza o la ignorancia, como para mantener una guerra contra sus enemigos. Mientras que en la democracia o la aristocracia, la propiedad pública no da tanta fortuna individual, dando lugar a la corrupción, el mal uso de la ambición, a la traición o a la guerra civil.
Hobbes considera la realidad política en la que vive y desarrolla una serie de explicaciones para la sucesión paterno filial; si falta la denotación expresa de un heredero por parte del monarca, se seguirá la tradición. Esta establece que el varón primogénito será el heredero de su padre, teniendo inmediato derecho de sucesión por costumbre; se supone que el monarca lo habría declarado así en vida, al ser tradición de generaciones. Por tanto, en la práctica, se vuelve al varón primogénito como heredero.

Parte III: Del Estado cristiano

En esta tercera parte, y por lo que respecta a las relaciones entre el poder espiritual y el poder temporal, Hobbes abogaba por la total sumisión de la Iglesia al soberano.
Hobbes investiga la naturaleza de un Estado cristiano. Esto da lugar inmediatamente a la pregunta de en qué escrituras deberíamos confiar y por qué. Si alguna persona reclama que lo sobrenatural es superior a lo civil, entonces habría caos, y el deseo principal de Hobbes es evitarlo. Por tanto, concluye que no podemos conocer infaliblemente la revelación divina dada por otra persona; ya que cuando Dios habla al hombre, es por medio del propio hombre o de otro igual al que le ha hablado anteriormente. La persona con la que Dios habló le entendió perfectamente, pero eso no quiere decir que cuando el revelado se lo cuente a otro, esta otra persona le comprenda; por lo que es difícil, por no decir imposible, saber con certeza lo que Dios quiere. Además, que alguien demuestre que Dios le ha hablado es prácticamente imposible, por lo que no puede esperar que los demás le crean. Como esto podría ser considerado como una herejía (al aplicarse a la Biblia), Hobbes dice que se necesita una prueba, y la verdadera prueba es contrastar los dichos de los que oyen a Dios con las sagradas escrituras -ya que considera que las escrituras son las enseñanzas que Dios ha dado-, y la muestra de un milagro. Si ambos requisitos se cumplen, es un verdadero profeta. Como en la actualidad ver un milagro es algo poco probable, se considera a la Biblia como única fuente verdadera de fe.
Hobbes analiza varios libros que son aceptados por distintas sectas y la cuestión de la verdadera autoridad de las escrituras.
Para Hobbes, es un manifiesto de que nadie puede saber cuál es la palabra de Dios (aunque los cristianos la crean) al menos que Dios se lo haya dicho personalmente. Por tanto la verdadera pregunta es: ¿Qué autoridad tiene la ley? Como era de esperarse, Hobbes concluye que no hay una forma certera de saberlo si no es por medio del poder civil: a aquel a quien Dios no le haya revelado personalmente que son suyos, ni que aquel que los hizo fue enviado por Dios mismo, tiene obligación de obedecer a nadie cuya voluntad no sea ley. Por tanto sólo hay obligación de obedecer al soberano del Estado, el cual sólo tiene poder legislativo.
Discute los Diez Mandamientos, y se pregunta quién los dio para que tengan fuerza de ley. No hay duda de que la ley la dio Dios mismo, pero éstos ni obligan ni son ley para aquellos que no lo reconozcan como acto del poder soberano. ¿Cómo sabía el pueblo de Israel que fue Dios quien se los dio, y no Moisés, si no pudieron acercarse al monte? Concluye que la promulgación de la ley de las Escrituras es tarea del soberano civil.
Finalmente, se plantea qué poder tiene la Iglesia sobre aquellos que, siendo soberanos, han elegido la fe cristiana. Concluye que los reyes cristianos son los pastores supremos de su pueblo y tienen el poder de ordenar a sus pastores lo que deseen, pueden enseñar a la iglesia, es decir, instruir a sus súbditos.
Ésta tercera parte está repleta de enseñanzas bíblicas. Sin embargo, una vez aceptado el argumento principal de Hobbes (que nadie puede estar seguro de la revelación divina del prójimo) a su conclusión (que el poder religioso ha de estar subordinado al poder civil) se llega por deducción.
Debido al momento histórico en el que ésta obra fue redactada, las largas explicaciones que se exponen en esta tercera parte fueron necesarias. La necesidad que Hobbes veía de la supremacía del poder soberano surgió por una parte por las consecuencias de la guerra civil, y por otra, para destruir la amenaza de los papas de Roma, dedicándole bastante esfuerzo a esta última idea.

Parte IV: Del reino de la oscuridad

En esta cuarta parte, ejerce una severa crítica a la Iglesia, a la cual acusaba (tras denunciar las tradiciones fabulosas que sostienen al conjunto de la mitología cristiana) de estar impregnadas, incluso, de cierto ateísmo. No obstante, y con el fin de evitar eventuales represalias y censuras eclesiásticas, en el apéndice con que concluye Leviatán intentó atemperar sus posiciones recurriendo para ello al examen de la jurisprudencia sobre la herejía.
Cuando Hobbes nombra esta sección "el reino de la oscuridad", no se refiere al Infierno (al no creer ni en el Infierno ni en el purgatorio), sino a la oscuridad de la ignorancia como opuesto a la luz del verdadero saber. Esta interpretación por parte de Hobbes es bastante poco ortodoxa y ve oscuridad en la mala interpretación de las Escrituras.
Para este autor existen cuatro causas para esta oscuridad:
1.     La mala interpretación de las Escrituras. El abuso más destacado es el enseñar que el reino de Dios está en la Iglesia, por consiguiente disminuyendo el poder civil. Otro abuso es convertir la consagración en una conjura o un ritual tonto.
2.     La demonología de los poetas, tratando de demonios que no son más que construcciones de la imaginación. Critica muchas prácticas del catolicismo, como la veneración de los santos, las imágenes, reliquias y otras cosas practicadas por la Iglesia de Roma, afirmando que no están permitidas por la palabra de Dios.
3.     Mezclando las reliquias, las escrituras y la filosofía griega (especialmente Aristóteles) han causado grandes estragos. Hobbes no es muy amante de los filósofos en general. Desprecia el hecho de que muchos hayan tomado la filosofía aristotélica y hayan aprendido a llamar, a las distintas Commonwealths, tiranías (como lo fue Atenas en su momento). Al final de este apartado aparece una idea interesante (además de que la oscuridad no sólo introduce mentiras, sino que destruye verdades), que parece aparecer a raíz de los descubrimientos de Galileo. Afirma que incluso habiendo verdades demostrables, aquellos que están en la oscuridad condenarán a los iluminados que intenten enseñárselas, gracias a las doctrinas de la Iglesia. La razón que estos necios dan es que va en contra de la verdadera religión, sin embargo, si son verdades demostrables, ¿cómo pueden ir en contra de lo que Dios dice? Sin embargo, Hobbes no tiene problemas con la supresión de algunas verdades si es necesario, esto es, si tienden a desordenar el gobierno al dar pie a una rebelión. Si este fuese el caso opina que más vale que sean acalladas y que se castigue a sus predicadores, aunque estas medidas sólo podrán ser tomadas por el soberano.
4.     Interviniendo y modificando las tradiciones y la historia se daña también a la luz. Hobbes se plantea quién se beneficia de estos engaños. Expone el caso de Cicerón, el cual afirma que uno de los jueces más crueles de Roma era un gran hombre; pues en los casos penales en los que el testimonio del testigo no era suficiente, tenía la costumbre de preguntarles a los acusadores cui bono, esto es, qué beneficios obtenían con el caso. Esto es así porque entre los móviles más obvios que uno puede ver están los beneficios. Hobbes concluye que de todo esto, los beneficiarios son la Iglesia y su jerarquía.

Leviatán en la novela




Leviatán es una novela de Paul Auster, relata la vida de un misterioso hombre (Benjamin  Sachs) contada por su mejor amigo (Peter Aaron, una suerte de alter ego del mismo Paul).
En esta historia se entrelazan destinos, lo que es común en las historias de Auster, además de la percepción de la vida americana (tanto social como política) y lo complejo de las relaciones humanas.
La novela presenta una prosa ágil, personajes complejos y una trama más cercana al misterio, sin dejar de lado la carga emocional que llena todo el texto. Sin duda, refleja la primera etapa como escritor de Auster, con similitudes (en cuanto a estilo) más cercanas a la trilogía de New York, que a Mr. Vértigo, por ejemplo. El personaje pretendidamente perturbador de Maria Turner está inspirado en la artista conceptualista francesa Sophie Calle, de la que el autor toma aspectos y trabajos creativos para el mencionado personaje.

Literatura israelí en español: El Leviatán de Babel de Hagar Yanai 

 

La depresión empujó a la escritora israelí Hagar Yanai a escribir "El Leviatán de Babel"; primera parte de una trilogía ubicada en un reino imaginario  en donde la tristeza es castigada.
La israelí, dos veces ganadora del Geffen Award, el más importante en ciencia-ficción y fantasía de Israel, creció leyendo “El señor de los anillos" o "Las crónicas de Narnia" en un kibutz donde no existía la propiedad privada.
 Según Yanai, no abundan los escritores de fantasía en Israel."El Leviatán de Babel" es la primera parte de una trilogía inspirada en diversas mitologías de Medio Oriente. Habla de mitos babilónicos,  egipcios, persas y judíos. Me inspiraron a crear muchos demonios, hadas o dioses que aparecen en el libro".
 Los personajes centrales son Yonatán y Ela, dos jóvenes que, por seguir la pista del ladrón que se llevó la medicina de su depresiva madre. Ellos se ven transportados a un mundo fantástico donde coexiste la magia, la ciencia, los demonios y las máquinas. Para sobrevivir deben  "reinventarse" para luchar contra la terrible orden de los Ajshadrapanim y la plaga de las Manchas Tenebrosas, una terrible enfermedad que hace que los que la sufren caigan en una profunda depresión.

Leviathan (Leviathan I): Scott Westerfeld
 

Estamos en 1914 y acaban de asesinar al archiduque Francisco Fernando en Sarajevo. La Primera Guerra Mundial es inminente, pero la guerra en la que nos sumerge el americano Scott Westerfeld es muy diferente de la que nos cuentan en los libros de historia. Los alemanes, los clánker, disponen de enormes engendros mecánicos con armas automáticas. Los ingleses, los darwinistas, haciendo uso de los descubrimientos sobre el ADN de Darwin (de ahí el nombre), han creado animales con diferentes tipos de genes, algunos supuestamente extintos, para combatir por tierra, mar y aire.
Alek es el hijo del archiduque asesinado y tiene que huir de su propia gente, que lo considera un peligro: él podría poner fin a esta guerra que apenas acaba de empezar y que a muchos interesa. Deryn es una joven inglesa que se hace pasar por un chico, Dylan, para poder alistarse en las fuerzas aéreas británicas. Quiere volar de nuevo, como hacía cuando era niña con su padre. Gracias a una tormenta acaba como cadete a bordo del Leviathan, una de las aeronaves más grandes del ejército de Su Majestad. Durante casi dos tercios de la novela seguimos las historias de los dos personajes principales por separado, esperando con ansia a esa casualidad que hará que se encuentren.
Siendo una de las pocas novelas del subgénero steampunk dentro de la literatura juvenil, Leviathan resulta interesante y al mismo tiempo desconcertante, por la cantidad de novedades introducidas en un pasado que se supone conocemos. Esta primera parte sienta unas bases sólidas para una aventura sin precedentes que pronto llegará con Behemoth y Goliath. alternativa?

Leviatán:  John Gordon Davis  (Novela Cazadores Ballena)

Su Leviatán lleva el mensaje de protección a las ballenas. Justin Magnus, experto en ecología submarina que escribe libros de tipo Cousteau y tiene una serie de televisión sobre la vida marina, hereda una masa de aparatos técnicos de su padre muerto. Él se dispone a hundir algunos barcos fábrica de procesamiento de ballenas japoneses y rusos y poner fin a la industria ballenera del mundo. Davis se instala en su novela desde el punto de vista de la compasión hacia las ballenas, que están desapareciendo en el mundo por el desenfrenado poder de los barcos factoría, especialmente los de los japoneses.
El cazador de barcos: Justin Scott
El Leviathan es un monstruo de barco, como su equivalente mitológico. Se trata del petrolero más grande del mundo, en cuyo demoledor avance, ni siquiera se dará cuenta de que ha pasado por encima del velero. El barco es un ULCC (Ultra Large Crude Carrier), con una capacidad de un millón de toneladas de crudo, y 640 metros de eslora.  De hecho, el barco es ficticio, ya que no hay ningún barco tan grande. El barco más grande jamás construido es el Knock Nevis, otro petrolero de clase ULCC. Este sólo mide 458 metros de eslora y puede cargar 565.000 toneladas.

Leviatán Espejos negros: Arno Schmidt.  

Arno Schmidt (1914-1979) es una de las figuras más peculiares que ha dado la literatura germana en el concluso siglo XX. Dentro de su variada bibliografía se mezclan novelas, estudios, biografías e incluso programas de radio. Su estilo, marcado por el signo de la experimentación lingüística, le convirtió en un autor difícil de clasificar. Y sin embargo, se podrían encontrar claros paralelismos con la obra de Jorge Luis Borges en cuanto al carácter “metaliterario” de sus obras y a la ambición erudita que las impregna.
"Leviatán", primera obra de Schmidt, escrita en 1949, es un cuento de tendencia realista cuya acción transcurre durante los últimos estertores de la II Guerra Mundial, días en los que el ejército alemán era forzado a realizar una apresurada y trágica retirada hacia casa. Huyendo del desastre, los protagonistas ponen en marcha un tren abandonado que los lleva, finalmente, a un viejo puente semiderruido, a la vez callejón sin salida y fin del viaje. Ésa es toda la historia, pero durante el proceso encontramos en las palabras del protagonista el desarrollo de una cosmogonía propia, nueva explicación del mundo que desempeña a su vez una función alegórica con varios niveles de interpretación posible, pues el Leviatán no es sólo el Universo, sino también la misma Alemania causante de la guerra, o incluso la Humanidad al completo. Llama la atención que en una época en la que la literatura germana decidía huir discretamente de la profundización en el recién terminado conflicto bélico (con contadas y honrosas excepciones, como la del difamado Günter Grass), Schmidt decidiera ir más allá y abordar el significante de la tragedia desde un trasfondo metafísico.“Espejos negros” es una novela corta escrita dos años después, de marcada pertenencia al género de ciencia-ficción. Debido a su longitud y al carácter fantástico de la premisa, logra un menor impacto emocional. El viaje del protagonista, en principio único superviviente de la III Guerra Mundial, a través de paisajes abandonados (que recuerda visualmente al realizado por Wladyslaw Szpilman en el filme "El pianista", malviviendo hasta el encuentro con la que será su compañera, logra dejar huella gracias sobre todo a la fuerza de algunas de las continuas reflexiones del protagonista, aunque a la larga, debido al esfuerzo que exige tan original estilo literario, impactante en distancias cortas pero agotador en largos recorridos, acaba por propiciar un cierto cansancio.

Fuente Wikipedia





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