Leviatán.
Leviatán o Leviathan simboliza todo engendro del mal, es mencionado en el Antiguo Testamento: Salmo 74:13-14, Job 41 e Isaías 27:1). Interpretaciones del Génesis aducen que Dios creó un Leviatán masculino y otro femenino, luego mató a la hembra, la saló y se la ofreció en alimento a los justos, porque si el Leviatán se procreara el mundo no podría más que someterse ante él.
Al nombrar Leviatán, automáticamente el imaginario popular lo remite a monstruos marinos, mitológicos, satánicos. Monstruos de todo tipo, de esos que no se pueden combatir porque son difíciles de comprender. Se esconden en la profundidad de los mares, en oscuras oficinas, o en el corazón de algunos gobernantes dispuestos a sucumbir a sus tentaciones.
El "Leviathan" es la síntesis del imaginario contenido en la antropología y, al propio tiempo, es una metáfora política de la historia de la humanidad. Las imágenes del temor y la esperanza, quizás las más emblemáticas por su relación con la miseria o la felicidad, no sólo le sirven a Hobbes (fue el primero en relacionar la a política con el monstruo), para realizar un discurso coherente para legitimar el poder y la obediencia, sino para aplastar cualquier tipo de sedición.
Estos antecedentes son los el lector podrá encontrar en las raíces históricas de del monstruo llamado Leviatán, al que es posible transpolar a cualquier situación ligada con el poder y la corrupción.
Leviatán en la Biblia
El nombre “Leviatán” aparece varias ocasiones
dentro de la Biblia:
- Isaías 27:1: Este pasaje, al ser vinculado con la descripción que el Génesis hace de Satanás como una serpiente tentadora, ha sido en gran parte el que ha dado origen a la figura del Demonio como el Gran Dragón, como la Gran Serpiente, como Leviatán…En efecto, a diferencia de otros pasajes bíblicos en que “Leviatán” parece ser solo el nombre con el que se alude a una gran bestia, aquí sí resulta claro que alude al Demonio (al menos simbólicamente), sobre todo teniendo en cuenta que el contexto del pasaje bíblico es un contexto apocalíptico. Por ello sirve citar no solamente Isaías 27:1 sino también Isaías 26:21. Citando ambos pasajes (que en la biblia está uno luego del otro) se tiene este texto revelador: ‹‹Porque el Señor sale de su morada/para pedir cuenta de su iniquidad/a los habitantes de la tierra:/la tierra pondrá al descubierto la sangre derramada/y ya no cubrirá a sus muertos. /Aquel día, el Señor castigará con su espada bien templada, /a Leviatán, la Serpiente huidiza, /a Leviatán, la Serpiente tortuosa,/y matará al Dragón que está en el mar.››
- Salmos 74: 13, 14 y Salmos 104: 25, 26: En el primer pasaje se habla de que el Señor aplastó las cabezas de Leviatán y se las dio de alimento a las fieras del desierto, mientras que en el segundo se dice que creó al Leviatán para jugar con él y se presenta al Leviatán como una bestia marina. Hay quienes han interpretado que el primer pasaje alude a Leviatán como el Demonio pero aquello carece de sentido si se tiene en cuenta que, a diferencia de en el texto de Isaías, en Salmos 74: 13, 14 el Señor ya ha aplastado las cabezas de Leviatán, ya lo ha derrotado, siendo que supuestamente —y en concordancia con el Nuevo Testamento— es en el Día del Juicio (tal y como sale en Isaías) cuando el Demonio será definitivamente derrotado. Ahora, el pasaje de Isaías también se puede interpretar como una referencia a lo que será (aún no ocurría en tiempos de Isaías) la liberación de los israelitas en Egipto; y, partiendo de eso, la interpretación que se ha hecho de Salmos 74: 13, 14 sería coherente con Isaías en tanto que se habría escrito luego de acontecida la liberación de los israelitas en Egipto; ya que, según se ve en el libro del profeta Ezequiel, a Faraón se lo nombra como un gran monstruo marino tendido en el Nilo, monstruo que será abandonado a las bestias y les servirá como alimento, tal y como luego el Salmo 74: 13, 14 muestra que se cumplió. De ese modo queda claro como las interpretaciones concuerdan si se ve los pasajes como aludiendo al hecho histórico del éxodo israelita; mas, si se intenta ver a los pasajes como aludiendo a la derrota del Demonio, la interpretación solo funciona con el texto de Isaías y resulta forzada en el caso de los Salmos. Por otra parte, en lo que respecta a Salmos 104: 25, 26, a Leviatán allí simplemente se le nombra como monstruo marino, no tiene sentido postular que represente al Demonio antes de pelearse con Dios ya que ese “Leviatán que tu formaste para jugar con él” va precedido de un “Allí está el mar, grande y dilatado, donde se agitan, en número incontable, animales grandes y pequeños” y, por ende, el contexto indica con toda claridad que Leviatán es solo una bestia entre todos esos animales “grandes y pequeños”.
- Job 41: Algunos eruditos han dicho que el extenso pasaje de Job alude al cocodrilo, lo cual en primera instancia parecería tener sentido si tenemos en cuenta que el Leviatán de Job habita en el agua, tiene escamas, piel dura e hileras de colmillos. No obstante, incluso en una versión bíblica tan actual como la Reina Valera 2000, el Leviatán de Job es presentado como un ser que no puede vencerse con armas humanas, que su sola visión espanta, que es rey entre los soberbios y que escupe fuego. Entonces: ¿existe alguna especie de cocodrilo que escupa fuego? Evidentemente no, de allí que haya tenido tanto sentido la interpretación hasta hoy vigente de que la bestia referida por Job es el Leviatán-demonio que todos conocemos, un ser terrible de cuya boca “salen hachas de fuego, centellas de fuego proceden” (Job: 41:19, Reina Valera 2000).
.Leviatán en la tradición judía
Textos como el AvodaZara o el MoedKatan
(ambos pertenecientes al Talmud) contienen pasajes vinculados a una
leyenda judía en la cual luego del Armagedón habrá un banquete donde solo
entrarán “los justos”, un banquete en el que, bajo un gran lugar cuyo techo
estará cubierto elegantemente por la piel del Leviatán, se comerá la carne de
tres bestias míticas: el Leviatán (bestia marina), el Behemoth (bestia
terrestre) y el Ziz (bestia aérea, ave gigante).
Vinculado a lo anterior, en el festival judío de
Sucot existe un rezo en que al final el celebrante dice: “así pueda yo tener
mérito en el año que viene para morar en el sukkah de la piel de Leviatán. El
año próximo en Jerusalén”. Otro ejemplo aún más representativo es el del
festival del Akmadut, festival donde se canta un himno en el que dice:
“Leviatán y el buey Behemoth… Se engancharán el uno con el otro y comenzarán
el combate, con sus cuernos, el Behemoth corneará con fuerza; el pez [Leviatán]
saltará para confrontarlo con sus aletas, con poder. Su creador se les
aproximará con su espada poderosa [y los matará a ambos]” y “… […]…de la
hermosa piel del Leviatán, Dios construirá los pabellones para abrigar al
honrado, que comerá la carne del Behemoth [buey] y el Leviatán en medio de gran
gozo y alegría, en un enorme banquete que será dado para ellos.”
En cierta línea de la tradición judía se cree que
el Leviatán era un dragón andrógino que sedujo a Adán en su forma femenina y a
Eva en su forma masculina.
Ciertos eruditos han dicho que el Leviatán,
Behemoth y Ziz deben ser interpretados respectivamente como símbolos del agua,
la tierra y el aire.
Por último, el Libro de Enoc (apócrifo para
los católicos) nos presenta a Leviatán y a Behemoth como seres cuya descripción
parece haber inspirado las interpretaciones de los eruditos que antes fueron
mencionados. Dice el Libro de Enoc: ‹‹Y en ese día se separarán dos
monstruos, una hembra llamada Leviatán, que morará en el abismo sobre donde
manan las aguas, y un macho llamado Behemot, y ocupará con sus pechos un
desierto inmenso llamado Dandain››
El demonio Leviatán
Se cree que, antes de caer, Leviatán pertenecía a
la orden de los Serafines, la primera jerarquía angélica de entre las nueve
existentes. Así, Leviatán habría estado entre los “ángeles de la caridad”,
entre los seres que están más cerca del Padre y que pasan la eternidad
contemplando y disfrutando la belleza del Todopoderoso y cantándole a su gloria
sempiterna mientras esparcen sus rayos de amor sobre la Creación.
En la demonología medieval algunos creían que
Leviatán era un demonio acuático que intentaba tomar posesión de las almas y
que resultaba muy difícil de expulsar mediante el rito exorcista. Otros
simplemente lo veían como una imagen de Satanás.
Para Santo Tomás de Aquino, Leviatán era el demonio
de la envidia y, de entre todos los habitantes del Averno, él era el primero en
encargarse de castigar a los envidiosos.
Según el jesuita Peter Binsfeld, Leviatán es,
dentro de los siete príncipes del infierno, el que representa[1] el pecado capital de los celos. Al menos así lo describe
dentro de su De confessionibus maleficorum et sagarum, libro que es uno
de los pilares de la demonología renacentista (fue publicado en 1589).
Más tarde, Sebastían Midhaelis habría de dividir a
la elite de los demonios en tres categorías, poniendo ocho demonios en la
primera, cinco en la segunda y tres en la tercera. Allí Leviatán sería situado
en la primera categoría como un demonio caracterizado por atacar las creencias
religiosas, por inducir al paganismo, al ateísmo, al escepticismo arreligioso…
Dentro de todo lo que se ha dicho sobre Leviatán
hay algo de suma importancia en tanto que supuestamente fue dicho por un
demonio…De esto nos habló el Padre Sebastien Michaelis en sus escritos sobre el
caso de posesión de la hermana Madeleine, acaecido en 1647 dentro del convento
de Louviers en Aix-en-Provence. Ahí, Sebastien Michaelis nos cuenta que, en el
contexto de los exorcismos, el demonio Bablerith (uno de los tantos demonios
que poseían a la monja de dieciocho años) soltó los nombres de los otros
demonios que poseían a la monja, dentro de los cuales estaba Leviatán, demonio
que, según dijo Balberith, tendría de enemigo especial a San Pedro, se
encargaría de incitar a los hombres a cometer sacrilegios y sería el gran
enemigo de los santos.
Ya casi dentro de
lo que es la actual demonología, en su Diccionario Infernal publicado
en 1863, Collin de Plancy nos presentará al alto mando infernal dividido en
cinco grupos: el primero, de príncipes y altas dignidades; el segundo, el de
los llamados “ministros de despacho”; el tercero, el de embajadores; el cuarto,
el de los encargados de impartir la justicia en el infierno; y el quinto, el de
los encargados de las distintas funciones dentro de la gran mansión llamada
“Casa de los Príncipes”. Dentro de todas esas divisiones Leviatán se encuentra
en el grupo de los ministros de despacho y ocupa la función de Gran Almirante,
dirigiendo la Armada del Infierno y siendo así mismo el “Amo Demonio de los
Océanos” y el “Rey de las Bestias”, títulos de los cuales el primero comporta
la cualidad de que Leviatán no puede ser lastimado por arma humana alguna
cuando se materializa.
Finalmente, de
acuerdo a La Biblia Satánica de Antón Szandor LaVey, Leviatán es,
dentro de los llamados “Cuatro Príncipes de la Corona del Infierno”[2], aquel que representa al elemento del agua y gobierna el
Oeste en el infierno y en la Tierra (en tanto zona que sufre influencias
demoníacas). Al pertenecerle el elemento del agua, Leviatán es asociado con la
vida y la creación y, en el marco de los rituales satánicos, se lo representa
con un cáliz. La Iglesia de Satanás usa, para representar a Leviatán, las cinco
letras hebreas de “לִוְיָתָן” dispuestas en las cinco puntas del Sello de
Baphomet. Las letras deben ser leídas en orden de las manecillas del reloj,
comenzando desde la que está en la punta que señala hacia el sur: el nombre se
lee como “LVITHN” y significa “Leviatán”.
Temática
Es evidentemente
el sufrimiento del inocente. Ya desde la más remota Antigüedad
los pensadores se han enredado en el espinoso problema del hombre bueno que
sufre y del malo feliz. Incluso Platón
se preocupó del asunto y le dio una formulación precisa, aunque sin encontrarle
una solución que no chocara contra la filosofía y la moral.
Es este,
precisamente, el tema que trata el libro de Job: el protagonista es un hombre
religioso, bueno y justo, a quien Dios permite que Satanás
someta a numerosas y espantosas pruebas. Mientras Job sufre bajo las acechanzas
del Mal,
tres buenos amigos intentan consolarlo, tratando de convencerlo de que si sufre
es por culpa de sus propios pecados.
Job se enoja y se
defiende, pues él sabe que eso es un infundio y rechaza ese argumento con
energía. Cuando aparece un cuarto amigo que explica que el sufrimiento templa
al alma y al espíritu, Job continúa quejándose.
Por último, Yahvéh
en persona se hace presente, reprende a Job por no haber aceptado Su voluntad y
por sus quejas, y devuelve al protagonista a su antigua felicidad.
Varios mitos
griegos
se refieren a temas parecidos: Prometeo es culpable, por robar el fuego a Zeus y es condenado a que un águila le comiera
cotidianamente el hígado; Edipo Rey sufre el castigo de los dioses por un pecado que él
no era consciente de estar cometiendo; Hércules no ha pecado, pero los puños de
los dioses terminan por aplastarlo. Perseo debe cortar la cabeza de la Medusa,
pero esto desencadena una serie de
acciones que le obligan a intercambiar su reino.
Estructura
Consta de un
inicio y un final bastante breves en prosa. El grueso del libro (es decir, del
capítulo 3 al 42) es un poema. El poema a su vez se divide en los tres
discursos de los amigos de Job (Elifaz, Bildad y Zofar) con sus
correspondientes réplicas. Sigue luego otro discurso, esta vez de Elihú y los
dos de Yahveh.
El libro de Job
consta de cinco secciones bien diferenciadas:
- Un prólogo en prosa (capítulos 1 y 2)
- Una serie de discursos dramáticos que tienen lugar entre Job y tres de sus amigos, Elifaz, Bildad y Zofar (caps. 3-31)
- Un diálogo entre Job y Elihú, un cuarto amigo (caps. 32-37)
- Discursos de Dios "desde el seno de la tempestad" (caps. 38-41)
- Un breve epílogo en prosa (cap. 42).
Problemas filosóficos y teológicos planteados
El Diablo cubre de
pústulas a Job (de William Blake).
Desde el punto de
vista de la mentalidad judía, el problema que ofrece el libro de Job es
complicadísimo. Para el judío, todo el Bien y todo el Mal proviene de
Dios, porque Él ha creado
todo. Dios, al mismo tiempo, es completamente justo y observa una moralidad
completa. ¿Cómo es posible que someta a Job a la aparente injusticia que se
narra en el libro?
Correspondió,
entonces, estudiar la forma en que Dios opera Su justicia. La respuesta de los libros bíblicos
es que:
1.
Dios
ejerce la justicia en el mundo real, y
2.
Dios
ejerce la justicia en forma colectiva.
En tiempos
antiguos, los hebreos no creían en una vida de ultratumba, y por lo tanto tampoco
en premios o castigos después de la muerte. Estos conceptos se presentan por
primera vez en Macabeos y en el Libro de Sabiduría. Si bien los fallecidos
gozan en el Sheol
de una especie de "semivida", en el Infierno
de los antiguos judíos no se discriminaba a los buenos de los malos. Dios, por
lo tanto, manifiesta su justicia en este mundo.
Por otra parte, la
convicción de que la deidad ejerce la justicia sobre toda la comunidad deriva
naturalmente de la estructura social de clanes que dominaba la
vida de los judíos primitivos. También reside aquí la fuerte solidaridad que
aglutina a los judíos (sufren juntos las penas y disfrutan juntos la bonanza).
Todos los libros sagrados obedecen a esta filosofía, que es muy visible en el Deuteronomio,
en Josué, en Jueces, Samuel
y en I Reyes.
Recién en Ezequiel aparece entre los israelitas el
concepto de responsabilidades, premios y castigos individuales.
El problema, pues,
se convierte en insoluble desde el punto de vista de Job. No está sufriendo por
los pecados de los antepasados (una forma primitiva de pecado
original) ni por los de sus amigos y vecinos. El diálogo con sus
consoladores tiende a ignorar incluso la intervención demoníaca en sus penas.
El teólogo judío
antiguo trató de justificar los inexplicables sufrimientos de Job a través de
algún pecado ya olvidado o de faltas ocultas y nunca relatadas en el libro.
Desde un punto de vista más moderno, se retorna a la acción maléfica del Diablo y al
concepto del libre albedrío, condición necesaria para que se
consume la alianza de Dios con Su pueblo. Si el Demonio no existiese, el Hombre no
podría elegir entre el Bien y el Mal (que Job elige parcialmente al increpar a
Dios por su dolor).
Por estas y otras
complejidades, Job ha sido llamado "el libro más difícil del Antiguo Testamento".
Leviatán en la filosofía
Leviatán, o
La materia, forma y poder de una república eclesiástica y civil (en el original en inglés:
Leviathan, or The Matter, Forme and Power of a Common Wealth Ecclesiasticall
and Civil), comúnmente llamado Leviatán, es el libro más
conocido del filósofo político inglés
Thomas Hobbes.
Publicado en 1651, su título hace referencia al monstruo bíblico Leviatán,
de poder descomunal ("Nadie hay tan osado que lo despierte... De su
grandeza tienen temor los fuertes... No hay sobre la Tierra quien se le
parezca, animal hecho exento de temor. Menosprecia toda cosa alta; es rey sobre
todos los soberbios).1
La obra de Hobbes, marcadamente materialista,2
puede entenderse como una justificación del Estado
absoluto, a la vez que como la proposición teórica del contrato
social, y establece una doctrina de derecho moderno como base de las
sociedades
y de los gobiernos
legítimos.
Parte I: Del hombre
En esta primera
parte, Hobbes comienza por el estudio del hombre en sí mismo para poder, a
partir de ahí, estudiarlo en sociedad. Analiza el conocimiento humano, cuyo
origen fundamenta en la experiencia. La experiencia, según Hobbes, se forma por
la repetición de hechos que se irán almacenando en la memoria, por lo que son
fuente de sensaciones que permiten la producción de imágenes memorizadas. Los
recuerdos son utilizados en estas combinaciones mentales y posibilitan al
hombre simular los acontecimientos futuros y adquirir, por lo tanto, una
indispensable prudencia. El hombre actuará según su experiencia, mediante la
cual tratará de evitar los resultados indeseados que ha sufrido en momentos
anteriores. El elemento fundamental que hará que este proceso sea mucho más
rápido es la palabra, ya que permite el tránsito de lo mental a lo verbal, oral
y escrito, razón por la cual favorece la emergencia de la verdad. Si decimos la
verdad podemos transmitir nuestra experiencia y recibir la de otros, con lo
cual podremos complementarnos mutuamente. Sin embargo, al tener datos
equivocados, la ausencia de veracidad en esta comunicación tendría un efecto
nefasto sobre nuestra prudencia. El discurso es, sin embargo, fuente de errores
y de engaños que deben ser eliminados con el fin de obtener definiciones
rigurosas que, a su vez, se conviertan en vías de acceso a la ciencia. Estos
errores no tienen por qué ser inevitablemente malintencionados por el prójimo,
sino que pueden ser producto de una falta de precisión lingüística. La palabra
es la base de la razón y se adquiere por la acción, siendo esta fuente de
sensaciones y de imágenes que se intelectualizan tras la adquisición de una
metodología. La razón se caracteriza, según Hobbes, por el “cálculo de las
consecuencias” de nuestros pensamientos. Descompondrá la situación que se
presenta ante ella y analizará, según su experiencia, los posibles
acontecimientos futuros para elegir el que más le convenga.
Posteriormente,
examina la voluntad y la conducta humanas, tendentes siempre a la acción
motivada por el deseo: el poder del hombre reside en su capacidad de actuar, y
la adquisición del poder se convierte en una búsqueda permanente y dominada por
la pasión.
La persona actúa
según los impulsos que recibe del exterior, por lo que intentará a toda costa
evitar los impulsos que le resulten desagradables y conseguir todos los agradables
posibles.
El problema surge
cuando estas fuentes de placer hay que compartirlas con otras personas o
interfieren con sus deseos. Ello determina que cada ser humano esté en continua
guerra con los demás. Esta situación en la que vive el ser humano en su estado
natural encontró su mejor definición en dos de sus sentencias más
universalmente conocidas: “Bellum omnium contra omnes” (“Guerra de todos
contra todos”); y “Homo homini lupus est” (“El hombre es un lobo
para el hombre”).
En este proceso de
análisis del ser humano y de sus sentidos llega a una serie de definiciones que
serán cruciales para su filosofía. Señala la importancia de estas definiciones,
para lo cual insinúa que está intentando axiomatizar la humanidad siguiendo el
modelo de la geometría. Esta influencia de las ciencias exactas se percibe en
la manera tan objetiva y carente de sentimiento en la que describe las
pasiones. Por ejemplo: “Lo que de algún modo es objeto de cualquier apetito o
deseo humano es lo que con respecto a él se llama bueno; y el objeto de
su odio y aversión, malo; y de su desprecio, vil e inconsiderable
o indigno. Pero estas palabras de bueno, malo y despreciable
siempre se usan en relación con la persona que las utiliza. No son siempre y
absolutamente tales, ni ninguna regla de bien y de mal puede tomarse de la
naturaleza de los objetos mismos, sino del individuo (donde no existe Estado) o
(en un Estado) de la persona que lo representa, o de un árbitro o juez a quien
los hombres permiten establecer e imponer como sentencia su regla del bien y
del mal”. Le sigue una larga secuencia de definiciones similares como la esperanza
(apetito con opinión de obtener) o lo honorable (cualquier acción,
cualidad o argumento que sea señal de poder) por ejemplo.
El capítulo XIII
es una exposición de la condición natural del hombre. Abarca el marco
de su felicidad e infelicidad. Contiene la célebre frase anteriormente citada,
“Bellum omnium contra omnes”. La vida del hombre es solitaria, pobre,
malévola, bruta y corta.
Hobbes encuentra
tres motivos básicos por los cuales hay conflictos en el estado de naturaleza:
el primero es la competición, que hace que el hombre invada para obtener algo;
el segundo, la desconfianza, para la seguridad; y el tercero, la gloria, para
la reputación.
De estos tres
conceptos partirán las leyes de naturaleza hobbesianas. Hobbes define 19
leyes de naturaleza. Sin embargo, las leyes primera y segunda son las más
importantes, y de ellas se van a deducir todas las demás. La primera ley se
compone de dos partes: Cada hombre debe procurar la paz hasta donde tenga
esperanza de lograrla, y, cuando no puede conseguirla, entonces puede buscar y
usar todas las ventajas y ayudas de la guerra. La segunda parte se refiere
al derecho natural, a la libertad de cada hombre,
que lo autoriza a usar su propio poder, según le plazca, para la preservación
de su propia vida, y por lo tanto de hacer cualquier cosa que conciba como la
más adecuada para alcanzar ese fin. De esta ley se va a derivar la segunda ley:
Un hombre debe estar deseoso, cuando otros lo están también, y a fin de
conseguir la paz y la defensa personal hasta donde le parezca necesario, de no
hacer uso de su derecho a todo, y de contentarse con tanta libertad en su
relación con los otros hombres, como la que él permitiría a los otros en su
trato con él. De aquí en adelante, las leyes de Hobbes van a definir el contrato
social, que es la base del siguiente capítulo.
Parte II: Del Estado
Hobbes desarrolla
su idea del contrato o pacto social, desarrollado por los hombres como garantía
de la seguridad individual y como forma de poner fin a los conflictos que, por
naturaleza, generan estos intereses individuales. Así, a las pasiones naturales
del hombre se oponen las leyes morales, siendo a su vez leyes naturales.
El Estado (o
República) que Hobbes proyecta en Leviatán no es el concepto moderno de
república (ausencia de monarquías) sino que es concebido como una res publica,
es decir, un poder organizado de forma común cuya función es “regentar” las
cosas públicas y que se funda a partir de la suma de voluntades individuales
libres que deciden actuar para adquirir ventajas comunes. La libertad del individuo se verá reducida a los
espacios donde la ley no se pronuncia. Sin embargo, al existir una cesión
voluntaria de poder, se contemplaba un caso en el que los individuos podrían
rebelarse contra el soberano: cuando éste causara perjuicios a su integridad
corporal o a su libertad física, o sea, si el soberano no cumplía su parte del
contrato social (defender la libertad de los individuos asegurando la paz) el
pacto quedaba roto inmediatamente. El pensamiento de Hobbes deja un margen muy
estrecho al libre albedrío y a la libertad individual.
El propósito que
Hobbes da al principio del segundo libro es describir la causa final, el fin o
el deseo de los hombres (que aman la libertad y el dominio sobre otros) en la
auto imposición de los límites en los que viven en sociedad que es un
instrumento para su propia preservación y, consecuentemente, para obtener una
vida más tranquila; es decir, para librarse de la terrible condición de
constante guerra, que como fue demostrada en la primera parte, es natural a las
pasiones del hombre cuando no hay poder visible que las limite y controles por
el miedo al castigo a aquellos que las lleven a cabo.
Hobbes renuncia
explícitamente a la separación de poderes, en particular a la
que posteriormente se convertirá en la separación de poderes establecida en la Constitución de los Estados Unidos.
Cabe destacar que en el sexto derecho del soberano, Hobbes especifica que está
a favor de la censura
de los medios de comunicación y de las
restricciones a la libertad de expresión, si el soberano
considera que son negativas para la preservación del orden público.
Hobbes admite tres
tipos de Estado: la monarquía, la aristocracia y la democracia. No puede haber
más formas de gobierno que esas tres, pues ninguna, o todas, pueden tener todo
el poder soberano (que se ha demostrado anteriormente que es indivisible).
Aunque haya habido
otras formas de gobierno en el pasado, como fueron la tiranía y la oligarquía,
Hobbes no las consideraba nombres de otras formas de gobierno sino las mismas con
otro nombre. Pues aquellos que están descontentos con la monarquía la llaman
tiranía y aquellos que están descontentos con la aristocracia la llaman
oligarquía, al igual que aquellos que no les gusta la democracia la llaman
anarquía (que significa falta o ausencia de gobierno).
Para Hobbes, el
más práctico es la monarquía; ya que la diferencia entre estos tipos de
gobierno no consiste en la diferencia del poder, sino en la conveniencia o
aptitud de asegurar la paz y la seguridad del pueblo; al fin y al cabo, es el
motivo por el cual se instituyen.
Al comparar la
monarquía con las otras dos, de esto deduce que donde los intereses públicos y
lo privados están muy unidos, los públicos se ven más favorecidos. En la
monarquía el interés público y el privado son el mismo. Las
riquezas, el poder, y el honor del monarca surgen de las riquezas, fuerza y
reputación de sus súbditos. Es imposible que el rey sea rico, glorioso o
poderoso si su pueblo es pobre, sin aspiraciones, o débil debido a la pobreza o
la ignorancia, como para mantener una guerra contra sus enemigos. Mientras que
en la democracia o la aristocracia, la propiedad pública no da tanta fortuna
individual, dando lugar a la corrupción, el mal uso de la ambición, a la
traición o a la guerra civil.
Hobbes considera
la realidad política en la que vive y desarrolla una serie de explicaciones
para la sucesión paterno filial; si falta la denotación expresa de un heredero por
parte del monarca, se seguirá la tradición. Esta establece que el varón
primogénito será el heredero de su padre, teniendo inmediato derecho de
sucesión por costumbre; se supone que el monarca lo habría declarado así en
vida, al ser tradición de generaciones. Por tanto, en la práctica, se vuelve al
varón primogénito como heredero.
Parte III: Del Estado cristiano
En esta tercera
parte, y por lo que respecta a las relaciones entre el poder espiritual y el
poder temporal, Hobbes abogaba por la total sumisión de la Iglesia al soberano.
Hobbes investiga
la naturaleza de un Estado cristiano. Esto da lugar inmediatamente a la
pregunta de en qué escrituras deberíamos confiar y por qué. Si alguna persona
reclama que lo sobrenatural es superior a lo civil, entonces habría caos, y el
deseo principal de Hobbes es evitarlo. Por tanto, concluye que no podemos
conocer infaliblemente la revelación divina dada por otra persona; ya que
cuando Dios habla al hombre, es por medio del propio hombre o de otro igual al
que le ha hablado anteriormente. La persona con la que Dios habló le entendió
perfectamente, pero eso no quiere decir que cuando el revelado se lo cuente a
otro, esta otra persona le comprenda; por lo que es difícil, por no decir
imposible, saber con certeza lo que Dios quiere. Además, que alguien demuestre
que Dios le ha hablado es prácticamente imposible, por lo que no puede esperar
que los demás le crean. Como esto podría ser considerado como una herejía (al
aplicarse a la Biblia), Hobbes dice que se necesita una prueba, y la verdadera
prueba es contrastar los dichos de los que oyen a Dios con las sagradas
escrituras -ya que considera que las escrituras son las enseñanzas que Dios ha
dado-, y la muestra de un milagro. Si ambos requisitos se cumplen, es un
verdadero profeta. Como en la actualidad ver un milagro es algo poco probable,
se considera a la Biblia como única fuente verdadera de fe.
Hobbes analiza
varios libros que son aceptados por distintas sectas y la cuestión de la
verdadera autoridad de las escrituras.
Para Hobbes, es un
manifiesto de que nadie puede saber cuál es la palabra de Dios (aunque los
cristianos la crean) al menos que Dios se lo haya dicho personalmente. Por
tanto la verdadera pregunta es: ¿Qué autoridad tiene la ley? Como era de
esperarse, Hobbes concluye que no hay una forma certera de saberlo si no es por
medio del poder civil:
a aquel a quien Dios no le haya revelado personalmente que son suyos, ni que
aquel que los hizo fue enviado por Dios mismo, tiene obligación de obedecer a
nadie cuya voluntad no sea ley. Por tanto sólo hay obligación de obedecer al
soberano del Estado, el cual sólo tiene poder
legislativo.
Discute los Diez
Mandamientos, y se pregunta quién los dio para que tengan fuerza de
ley. No hay duda de que la ley la dio Dios mismo, pero éstos ni obligan ni son
ley para aquellos que no lo reconozcan como acto del poder soberano. ¿Cómo
sabía el pueblo de Israel que fue Dios quien se los dio,
y no Moisés,
si no pudieron acercarse al monte? Concluye que la promulgación de la ley de
las Escrituras es tarea del soberano civil.
Finalmente, se
plantea qué poder tiene la Iglesia sobre aquellos que, siendo soberanos, han
elegido la fe cristiana. Concluye que los reyes cristianos son los pastores
supremos de su pueblo y tienen el poder de ordenar a sus pastores lo que
deseen, pueden enseñar a la iglesia, es decir, instruir a sus súbditos.
Ésta tercera parte
está repleta de enseñanzas bíblicas. Sin embargo, una vez aceptado el argumento
principal de Hobbes (que nadie puede estar seguro de la revelación divina del prójimo)
a su conclusión (que el poder religioso ha de estar subordinado al poder civil)
se llega por deducción.
Debido al momento
histórico en el que ésta obra fue redactada, las largas explicaciones que se
exponen en esta tercera parte fueron necesarias. La necesidad que Hobbes veía
de la supremacía del poder soberano surgió por una parte por las consecuencias
de la guerra civil,
y por otra, para destruir la amenaza de los papas de Roma, dedicándole
bastante esfuerzo a esta última idea.
Parte IV: Del reino de la oscuridad
En esta cuarta
parte, ejerce una severa crítica a la Iglesia, a la cual acusaba (tras
denunciar las tradiciones fabulosas que sostienen al conjunto de la mitología cristiana) de estar impregnadas,
incluso, de cierto ateísmo. No obstante, y con el fin de evitar eventuales
represalias y censuras eclesiásticas, en el apéndice con que concluye Leviatán
intentó atemperar sus posiciones recurriendo para ello al examen de la
jurisprudencia sobre la herejía.
Cuando Hobbes
nombra esta sección "el reino de la oscuridad", no se refiere al
Infierno (al no creer ni en el Infierno ni en el purgatorio), sino a la
oscuridad de la ignorancia como opuesto a la luz del verdadero saber. Esta
interpretación por parte de Hobbes es bastante poco ortodoxa y ve oscuridad en
la mala interpretación de las Escrituras.
Para este autor
existen cuatro causas para esta oscuridad:
1.
La
mala interpretación de las Escrituras. El abuso más destacado es el enseñar que
el reino de Dios
está en la Iglesia, por consiguiente disminuyendo el poder civil. Otro abuso es
convertir la consagración en una conjura o un ritual tonto.
2.
La
demonología de los poetas, tratando de demonios que no son más que
construcciones de la imaginación. Critica muchas prácticas del catolicismo,
como la veneración de los santos, las imágenes, reliquias y otras cosas
practicadas por la Iglesia de Roma, afirmando que no están permitidas por la
palabra de Dios.
3.
Mezclando
las reliquias, las escrituras y la filosofía griega (especialmente Aristóteles)
han causado grandes estragos. Hobbes no es muy amante de los filósofos en
general. Desprecia el hecho de que muchos hayan tomado la filosofía
aristotélica y hayan aprendido a llamar, a las distintas Commonwealths,
tiranías (como lo fue Atenas en su momento). Al final de este apartado aparece
una idea interesante (además de que la oscuridad no sólo introduce mentiras,
sino que destruye verdades), que parece aparecer a raíz de los descubrimientos
de Galileo.
Afirma que incluso habiendo verdades demostrables, aquellos que están en la
oscuridad condenarán a los iluminados que intenten enseñárselas, gracias a las
doctrinas de la Iglesia. La razón que estos necios dan es que va en contra de
la verdadera religión, sin embargo, si son verdades demostrables, ¿cómo pueden
ir en contra de lo que Dios dice? Sin embargo, Hobbes no tiene problemas con la
supresión de algunas verdades si es necesario, esto es, si tienden a desordenar
el gobierno al dar pie a una rebelión. Si este fuese el caso opina que más vale
que sean acalladas y que se castigue a sus predicadores, aunque estas medidas
sólo podrán ser tomadas por el soberano.
4.
Interviniendo
y modificando las tradiciones y la historia se daña también a la luz. Hobbes se
plantea quién se beneficia de estos engaños. Expone el caso de Cicerón,
el cual afirma que uno de los jueces más crueles de Roma era un gran hombre;
pues en los casos penales en los que el testimonio del testigo no era suficiente,
tenía la costumbre de preguntarles a los acusadores cui bono, esto es,
qué beneficios obtenían con el caso. Esto es así porque entre los móviles más
obvios que uno puede ver están los beneficios. Hobbes concluye que de todo
esto, los beneficiarios son la Iglesia y su jerarquía.
Leviatán en la novela
Leviatán es una novela de Paul Auster, relata la vida de un misterioso
hombre (Benjamin Sachs) contada por su
mejor amigo (Peter Aaron, una suerte de alter ego del mismo Paul).
En esta historia se entrelazan destinos, lo que es común en las historias
de Auster, además de la percepción de la vida americana (tanto social como
política) y lo complejo de las relaciones humanas.
La novela presenta una prosa ágil, personajes complejos y una trama más
cercana al misterio, sin dejar de lado la carga emocional que llena todo el
texto. Sin duda, refleja la primera etapa como escritor de Auster, con
similitudes (en cuanto a estilo) más cercanas a la trilogía de New York, que a
Mr. Vértigo, por ejemplo. El personaje pretendidamente perturbador de Maria
Turner está inspirado en la artista conceptualista francesa Sophie Calle,
de la que el autor toma aspectos y trabajos creativos para el mencionado
personaje.
Literatura israelí en español: El Leviatán de Babel de Hagar Yanai
La depresión empujó a la escritora israelí Hagar Yanai a escribir "El Leviatán de Babel"; primera parte de una trilogía ubicada en un reino imaginario en donde la tristeza es castigada.
La israelí, dos veces ganadora del Geffen Award, el más importante en ciencia-ficción y fantasía de Israel, creció leyendo “El señor de los anillos" o "Las crónicas de Narnia" en un kibutz donde no existía la propiedad privada.
Según Yanai, no abundan los escritores de fantasía en Israel."El Leviatán de Babel" es la primera parte de una trilogía inspirada en diversas mitologías de Medio Oriente. Habla de mitos babilónicos, egipcios, persas y judíos. Me inspiraron a crear muchos demonios, hadas o dioses que aparecen en el libro".
Los personajes centrales son Yonatán y Ela, dos jóvenes que, por seguir la pista del ladrón que se llevó la medicina de su depresiva madre. Ellos se ven transportados a un mundo fantástico donde coexiste la magia, la ciencia, los demonios y las máquinas. Para sobrevivir deben "reinventarse" para luchar contra la terrible orden de los Ajshadrapanim y la plaga de las Manchas Tenebrosas, una terrible enfermedad que hace que los que la sufren caigan en una profunda depresión.
Leviathan (Leviathan I): Scott Westerfeld
Estamos en 1914 y
acaban de asesinar al archiduque Francisco Fernando en Sarajevo. La Primera
Guerra Mundial es inminente, pero la guerra en la que nos sumerge el americano
Scott Westerfeld es muy diferente de la que nos cuentan en los libros de
historia. Los alemanes, los clánker, disponen de enormes engendros mecánicos con
armas automáticas. Los ingleses, los darwinistas, haciendo uso de los
descubrimientos sobre el ADN de Darwin (de ahí el nombre), han creado animales
con diferentes tipos de genes, algunos supuestamente extintos, para combatir
por tierra, mar y aire.
Alek es el hijo
del archiduque asesinado y tiene que huir de su propia gente, que lo considera
un peligro: él podría poner fin a esta guerra que apenas acaba de empezar
y que a muchos interesa. Deryn es una joven inglesa que se hace pasar por un
chico, Dylan, para poder alistarse en las fuerzas aéreas británicas. Quiere
volar de nuevo, como hacía cuando era niña con su padre. Gracias a una tormenta
acaba como cadete a bordo del Leviathan, una de las aeronaves más grandes del
ejército de Su Majestad. Durante casi dos tercios de la novela seguimos las
historias de los dos personajes principales por separado, esperando con ansia a
esa casualidad que hará que se encuentren.
Siendo una de las
pocas novelas del subgénero steampunk dentro de la literatura juvenil,
Leviathan resulta interesante y al mismo tiempo desconcertante, por la
cantidad de novedades introducidas en un pasado que se supone conocemos. Esta
primera parte sienta unas bases sólidas para una aventura sin precedentes que
pronto llegará con Behemoth y Goliath. alternativa?
Leviatán: John Gordon Davis (Novela Cazadores Ballena)
Su
Leviatán lleva el mensaje de protección a las ballenas. Justin Magnus, experto
en ecología submarina que escribe libros de tipo Cousteau y tiene una serie de
televisión sobre la vida marina, hereda una masa de aparatos técnicos de su
padre muerto. Él se dispone a
hundir algunos barcos fábrica de procesamiento de ballenas japoneses y rusos y
poner fin a la industria ballenera del mundo. Davis se instala en su
novela desde el punto de vista de la compasión hacia las ballenas, que están
desapareciendo en el mundo por el desenfrenado poder de los barcos factoría,
especialmente los de los japoneses.
El
cazador de barcos: Justin ScottEl Leviathan es un monstruo de barco, como su equivalente mitológico. Se trata del petrolero más grande del mundo, en cuyo demoledor avance, ni siquiera se dará cuenta de que ha pasado por encima del velero. El barco es un ULCC (Ultra Large Crude Carrier), con una capacidad de un millón de toneladas de crudo, y 640 metros de eslora. De hecho, el barco es ficticio, ya que no hay ningún barco tan grande. El barco más grande jamás construido es el Knock Nevis, otro petrolero de clase ULCC. Este sólo mide 458 metros de eslora y puede cargar 565.000 toneladas.
Leviatán Espejos negros: Arno Schmidt.
Arno Schmidt
(1914-1979) es una de las figuras más peculiares que ha dado la literatura
germana en el concluso siglo XX. Dentro de su variada bibliografía se mezclan
novelas, estudios, biografías e incluso programas de radio. Su estilo, marcado
por el signo de la experimentación lingüística, le convirtió en un autor
difícil de clasificar. Y sin embargo, se podrían encontrar claros paralelismos
con la obra de Jorge Luis Borges en cuanto al carácter “metaliterario” de sus
obras y a la ambición erudita que las impregna.
"Leviatán", primera obra de Schmidt, escrita en 1949, es un cuento de tendencia realista cuya acción transcurre durante los últimos estertores de la II Guerra Mundial, días en los que el ejército alemán era forzado a realizar una apresurada y trágica retirada hacia casa. Huyendo del desastre, los protagonistas ponen en marcha un tren abandonado que los lleva, finalmente, a un viejo puente semiderruido, a la vez callejón sin salida y fin del viaje. Ésa es toda la historia, pero durante el proceso encontramos en las palabras del protagonista el desarrollo de una cosmogonía propia, nueva explicación del mundo que desempeña a su vez una función alegórica con varios niveles de interpretación posible, pues el Leviatán no es sólo el Universo, sino también la misma Alemania causante de la guerra, o incluso la Humanidad al completo. Llama la atención que en una época en la que la literatura germana decidía huir discretamente de la profundización en el recién terminado conflicto bélico (con contadas y honrosas excepciones, como la del difamado Günter Grass), Schmidt decidiera ir más allá y abordar el significante de la tragedia desde un trasfondo metafísico.“Espejos negros” es una novela corta escrita dos años después, de marcada pertenencia al género de ciencia-ficción. Debido a su longitud y al carácter fantástico de la premisa, logra un menor impacto emocional. El viaje del protagonista, en principio único superviviente de la III Guerra Mundial, a través de paisajes abandonados (que recuerda visualmente al realizado por Wladyslaw Szpilman en el filme "El pianista", malviviendo hasta el encuentro con la que será su compañera, logra dejar huella gracias sobre todo a la fuerza de algunas de las continuas reflexiones del protagonista, aunque a la larga, debido al esfuerzo que exige tan original estilo literario, impactante en distancias cortas pero agotador en largos recorridos, acaba por propiciar un cierto cansancio.
"Leviatán", primera obra de Schmidt, escrita en 1949, es un cuento de tendencia realista cuya acción transcurre durante los últimos estertores de la II Guerra Mundial, días en los que el ejército alemán era forzado a realizar una apresurada y trágica retirada hacia casa. Huyendo del desastre, los protagonistas ponen en marcha un tren abandonado que los lleva, finalmente, a un viejo puente semiderruido, a la vez callejón sin salida y fin del viaje. Ésa es toda la historia, pero durante el proceso encontramos en las palabras del protagonista el desarrollo de una cosmogonía propia, nueva explicación del mundo que desempeña a su vez una función alegórica con varios niveles de interpretación posible, pues el Leviatán no es sólo el Universo, sino también la misma Alemania causante de la guerra, o incluso la Humanidad al completo. Llama la atención que en una época en la que la literatura germana decidía huir discretamente de la profundización en el recién terminado conflicto bélico (con contadas y honrosas excepciones, como la del difamado Günter Grass), Schmidt decidiera ir más allá y abordar el significante de la tragedia desde un trasfondo metafísico.“Espejos negros” es una novela corta escrita dos años después, de marcada pertenencia al género de ciencia-ficción. Debido a su longitud y al carácter fantástico de la premisa, logra un menor impacto emocional. El viaje del protagonista, en principio único superviviente de la III Guerra Mundial, a través de paisajes abandonados (que recuerda visualmente al realizado por Wladyslaw Szpilman en el filme "El pianista", malviviendo hasta el encuentro con la que será su compañera, logra dejar huella gracias sobre todo a la fuerza de algunas de las continuas reflexiones del protagonista, aunque a la larga, debido al esfuerzo que exige tan original estilo literario, impactante en distancias cortas pero agotador en largos recorridos, acaba por propiciar un cierto cansancio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario