sábado, 4 de abril de 2015

LEVIATÁN










LEVIATÁN  - (Левиафан – Leviathan)




En “Leviatán”,  Andrei Zvyagintsev, consigue  exponer de modo profundo, los valores del espíritu ruso. Pero Zvyagintsev al mismo tiempo reflexiona sobre un tema  supranacional y  universal”, lo que le ha permitido ganar importantes premios,  entre ellos ser  nominada al Premios Oscar y ser ganadora como:  Mejor película de habla no inglesa en los  Globo de Oro: Mejor película de habla no inglesa: Premios BAFTA. Mejor fotografía Festival de Sevilla.  El productor de la película, Alexander Rodnianski, hizo hincapié que la película contaba con el apoyo del Ministerio de Cultura y el Fondo Cinematográfico de Rusia.  Su Globo de Oro es el primero que recibe una película rusa desde hace casi medio siglo (el anterior lo recibió la película “Guerra y paz” (1966) de Serguéi Bondarchuk).
 Lo interesante de “Leviatán” es que no se trata de una película de género o de época, sino de un drama de autor basado en la vida de una provincia rusa, en el lejano Ártico. En donde la falta de cultura, la pobreza de espíritu, la rutina y el paisaje desolado obligan  a sus habitantes a vivir sin esperanza. La diversión tanto de jóvenes y adultos es beber, unos en una iglesia abandonada alrededor del fuego  y los otros en sus casas, bares y picnics.




Su argumento trata sobre la confrontación entre un simple mecánico,  de automóviles Kolya  (Aleksey Serebryakov) y  Vadim (Roman Madianov), el alcalde de la pequeña ciudad de Teriberka, a orillas del mar de Barents (límite con Suecia), que en su afán empresarial, con el fin de enriquecerse bajo cualquier circunstancia, invade la casa y las tierras del protagonista. Los escasos aliados del personaje son: Liya (Elena Lyadova) su esposa, Roma (Sergev Pokhodaev), (su hijo menor de edad,  Dmitri (Vladimir un amigo, y compañero de arnas que llega desde Moscú, abogado de profesión.
Pero este relato, Zvyagintsev, no lo toma de historias de la propia Rusia sino de la vida de un soldador americano Marvin Himeyera cuyo casa y local querían ser comprados a precio vil por una fábrica de cemento. Marvin se encerró en una  de las excavadoras de la cementera y desde allí destruyó el edificio de la fábrica y varios más,  luego se suicidó. La idea original del director era hacer este filme en Estados Unidos, pero luego de leer un cuento “Michel   Kohlhass” de  Henrich von Kleist, con  argumento similar, se dio cuenta que debía cambiar el escenario ya que el tema tenía que ver con la motivación eterna de la relación poder - corrupción, y ésta no es propia de un país sino del mundo entero.
Zviáguintsev es un hombre de cultura y sabe que el argumento de la rebelión de un hombre contra el Estado, está estrechamente ligado a la historia de la literatura universal, comenzando por la Biblia,  pasando por “Tito Andrónico” de Shakespeare, “Los miserables” de Victor Hugo,  El jefe de estación” de Pushkin,  El capote” de Gógol, “Pobres gentes”  o “Los demonios” de Dostoievski, “Lady Macbeth”  de Mtsensk de Leskov, “Retrato de un hombre desconocido y “El jardín de los cerezos  de Anton Chejov.  A los que se le podría agregar algunos escritores de nuestra literatura latinoamericana: “El Gaucho Martín Fierro” de José Hernández, “Casa tomada” de Julio Cortázar, “El recurso del método” de Alejo Carpentier, “Yo el supremo” de Augusto Roa Bastos, “El señor presidente” de Miguel Ángel Asturias.

El Leviatán del realizador ruso contiene  en apretada síntesis todos los elementos de estas novelas u obras teatrales, pero inmediatamente remite al espectador a  Leviatán, esa bestia marina del Antiguo Testamento (Libro de Job) creada por Dios y a menudo asociada con el Diablo, muy presente en la religión católica  y judía, y uno  de los principales conflictos de la cultura universal: el conflicto ente Dios y el Diablo por el alma del hombre. A su vez posee, también, otra acepción muy interesante desde el punto de vista político, expresada por el filósofo Thomas Hobbes, en 1651, en su ensayo  “Leviathan” (Leviathan, or The Matter, Forme and Power of a Common Wealth Wealth Ecclesiasticall and Civil, construye una teoría sobre el Estado, monstruo, depredador y absolutista.
La imagen de un esqueleto de ballena en el “Leviatán” de Andréi Zviáguintsev, alude al “Leviathan” de Hobbes, al presentar al Estado como un monstruo que devora  a los individuos y predice el inevitable triunfo de los poderosos y corruptos, en un entorno que entremezcla  ruinas de la ex Unión Soviética con un cementerio de barcos. En una entrevista  Zviáguintsev se refiere a ese tema y dice: “Nosotros vivimos en un sistema feudal cuando todo se encuentra en manos de una persona
En una conversación  con Joaquín Soler Serrano, Octavio Paz explicó que “el gran criminal del siglo XX es el Estado”, al que  Alonso Díaz de la Vega  agrega: “El Estado fue el primer signo de civilización humana. De ciudad de Dios a ciudad del Capital, la historia de esta organización ha sido la del dominio en el nombre de un concepto: la divinidad de los reyes, el carisma de los dictadores, el dinero de los capitalistas. El Estado implica un orden, pero también una injusticia primaria: la del mando. El liderazgo es inevitable en cualquier organización animal, pero el de los hombres se caracteriza por una dotación de sentidos que conlleva deseo y corrupción”.
Si para Engels la propiedad privada es el principio de la civilización, para  Zviáguintsev, esa  propiedad privada está en crisis en esta civilización, porque puede provocar  la destrucción del individuo y su entorno, porque el “hombre como lobo del hombre” en toda la historia de la humanidad no escatimó los recursos para apropiarse de lo ajeno. Está conformó un mundo en el cual la justicia es un anhelo, y la institucionalidad una absurda aspiración,  que constantemente es contrariada por la realidad. El universo en el que habitan estos personajes (seguramente  también  miles de hombres en el mundo) es de rapiña donde sobrevive el rufián, y el hombre común tiene una existencia sometida, a la que se encuentra atrapado sin ninguna salida. Por eso la película se realiza en un área donde la belleza, fría y siniestra de la naturaleza, domina al hombre, donde se siente (y muy bien transmite el operador de cámara Krichman) el poder primigenio de la naturaleza, inevitable  e indiferente. Un pueblo donde los restos podridos de barcos  y esqueletos de algunas ballenas, además de la grande con la que arranca y finaliza  el filme ensucian el paisaje. Para rodar la película no hubo que hacer ningún decorado: los cascos de las casas, las iglesias y los barcos son imágenes reales.

En Andrei Zvyagintsev existen  nexos comunes entre su primera y última película: todas  giran alrededor de núcleos familiares disfuncionales cuyos miembros sufren un fuerte desarraigo emocional. Pero mientras en Vozvrashchenie “/The return”  El regreso (2003) el drama giraba  sobre la relación de un padre con sus dos hijos, después de su salida de la cárcel y la imposibilidad de recuperar el afecto de los mismos; en “Izgnanie / The Banishment”,  (El destierro o exilio- 2007) los protagonistas viven un autoexilio en donde todo irá derrumbándose cada  vez más, a raíz de que la esposa de Alex le dice que espera un hijo que no es suyo, allí se produce otro exilio dentro del exilio, para lo cual se vale el director del paisaje desolado que rodea esa casa familiar. En “Елена" -Elena (2012) la historia se organiza alrededor de una madre que se debe por completo a su hijo y nieto, pese a saber que no espera nada bueno de ellos. La línea de efecto hacia el espectador es una fotografía sucia e interpretaciones gélidas, sobre un sórdido drama de enfrentamientos familiares que apabullan con sus miserias.






 En “Leviatan”,  otra vez confronta al espectador con la sordidez y un estilo despojado a lo Robert Bresson, distante y extraño, cuyo relato es una  oscura existencia sin horizonte. Una reflexión que no muestra alternativas, pero que invita a  meditar sobre ellas. Es la trayectoria de un héroe absurdo que se convierte en trágico porque vive en una época  dominada por la falta de fe, oprimido por las circunstancias y angustiado por una existencia vacía. 
“El absurdo nace” decía Camus, de la “confrontación entre la necesidad humana (felicidad y razón) y el silencio irrazonable del mundo”. Y afirmó que su propósito al examinar el absurdo era: “arrojar  luz sobre el paso dado por la mente a partir de una filosofía de la falta de sentido del mundo”.

En “Leviatán” Kolya es un héroe trágico-absurdo porque se lucha contra una sociedad corrupta y se afirma en su negativa de someter su ética a las presiones chantajistas de un gobierno mafioso. En realidad Kolya se opone también al orden moral del universo.
 El imprevisto choque de reconocimiento (como en El extranjero, es para Camus, es el comienzo del absurdo, que revela al mundo como un inhóspito lugar “súbitamente” despojado de ilusiones y luces”. Kolya siente el mismo choque cuando enfrenta a la justicia  y funcionarios corruptos. A partir de ese momento de reconocimiento se derrumba su escenario de estabilidad y comienza su caída. Ese quiebre o caída es en sí misma una afrimación del “logos universo”, es el hecho de que el mundo está regido por “razones irracionales” y sujeto a leyes de causa y efecto. 
Leviatán” es un filme que articula con delicadeza de orfebre una descripción morosa de: personajes y situaciones bajo esa tenue luz nórdica,  paisajes áridos  y desolados, rodeados por un mar embravecido. Y por otra parte es un fresco de funcionarios corruptos y advenedizos, bendecidos por una iglesia que apoya  a los ricos y olvida a los pobres (bella escena del batiuska (padrecito) comprando pan y reflexionando sobre la existencia de Dios con Kolya, al que considera como víctima de una maldición por no ir a la iglesia a rezar).  El realizador instala a los personajes en un ambiente que los condiciona y asfixia, los  aproxima a su destino, y los condena. Con ingenio, mediante  este tratamiento, descubre capa a capa la  vida cotidiana de ese miserable pueblo del norte de Rusia, en el que todos sus habitantes viven de la industria pesquera (Liya que sale de su casa antes del amanecer, viajando a diario en el autobús con sus compañeras, entablando conversaciones vacías, con la mirada perdida, como una necesidad de fuga,  entre las máquinas que trozan pescado) y cuya única diversión es ir a beber vodka hasta perder el sentido y practicar tiro sobre botellas o retratos  que el policía de tráfico saca de los sótanos de su oficina:  Lenin, Brefnev, Gorbachov, un Stalin cabeza abajo,  pero  salvan de las balas a Yeltsin porque fue un presidente inexistente.  Secuencia muy significativa sobre el desprecio a los próceres del deshecho imperio soviético. En ese instante se comprende que no hay salida para estos personajes, todos ellos son perdedores. El poder, y sus leyes (la lectura apresurada de las sentencia por parte de la jueza  como si fueran un moderno anuncio  publicitario) los condiciona.
 La banda sonora  es otro de los elementos importantes de este filme, en donde según explicó Zvyagintsev  en una entrevista “se entremezclan para las escenas de abandono y soledad partes de la ópera “Akenatón” de Philip Glass, con otras cuyos  registros  pertenecen a la música  popular que suena en todas las tabernas y pequeños restaurantes: “Central de Vladímir” y “Chamán citadino”  de Mijail Krug, “Una vida perdida”,  de Liubov Uspienskaia, “¡Oh Dios que hombre!” de Natalia”. Tampoco dejó de lado al grupo punk de las  Pussy Riot (condenadas por la iglesia y puestas en presión por el gobierno, hace unos años) al hacer aparecer  el nombre del grupo brevemente en el televisor  y luego son mencionadas por el Patriarca en su prédica.
Otra de las características en la cinta de Zviáguintsev (perteneciente al grupo de cineastas denominados metafísicos  como Tarkovski o Sókurov) es que sin hacer política, indirectamente, de manera ecuánime,  ataca a la iglesia de los poderosos, pero la defiende con la de los pobres. Golpea al gobierno con los corruptos, pero lo salva cuando  al alcalde le grita  a su subordinada que si el gobierno se entera de sus desmanes todos irán a la cárcel. 


  Esencialmente lo que preocupa a Zviáguintiev es la corrupción y la impunidad de ciertos funcionarios, algo con lo que también Putin debe luchar. Por eso lo presenta en dos ocasiones una desde la pantalla del televisor y otra en un retrato colgado en la oficina del alcalde.
En síntesis el filme es una maravillosa creación a base de planos fijos, cargados de simbolismo, con diálogos realistas, una cierta dosis de humor negro, en donde la pala de la excavadora irrumpe de pronto ante los ojos del espectador, en un giro espectacular del filme, como un enorme monstruo  cuyas fauces devoran todo lo que encuentra en la  vivienda,  en la que todavía hay muebles, vasos  y restos de comida sobre la mesa, dando zarpazos a derecha e izquierda  (tal vez también haya sido para Zviáguintiev un mensaje  hacia ambos lados políticos). Esa es quizás la imagen más dolorosa de la película  y en la que el espectador se coloca al lado del paciente Kolya, quien como Job sufre todos los males que le envía Satanás, por no doblegarse a su deseo.

Zviáguintiev, dio varias vueltas de tuerca a su filme entre ellas el comienzo y el final que lo va construyendo segmento a segmento. En el principio Kokya pierde su casa, pero en el final su libertad, y no solo eso: a su mujer que la matan, su hijo que va a parar a un orfanato y a su amigo que debe huir porque sino también era hombre muerto.  Todo el filme es una alegoría de una vida que agoniza por falta de oxigeno y una metáfora de una próxima  fatalidad, representada  por un barril rojo, que flota sobre el mar. Curiosamente este esquema es semejante a  las películas de R.W. Fassbinder: “La ley del más fuerte” (Faustrecht der Freiheit-1974), o “La ansiedad de Verónika Voss” (Die Sehnsucht der Veronika-1982), en la que se muestra la cara más turbia del milagro alemán.
Es un filme cuyas  imágenes, muy bellas, nos  remite  a un mundo sin amor, sin compasión, que analiza  la reacción humana frente a la adversidad que lo sobrepasa, en el cual se lee como una sentencia de la civilización, que es imposible confrontar  a los Todopoderosos. ****

Beatriz Iacoviello
Excelente

 



















 



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