martes, 22 de enero de 2008
VITUS
UN NIÑO DE LAS ESTRELLAS
TÍITULO ORIGINAL: Vitus. PAIS: Suiza. DIRECCION: Fredi M. Murer. INTÉRPRETES: Fabrizio Borsani, Teo Gheorghiu, Julika Jenkins, Urs Jucker, Bruno Ganz, Eleni Haupt, Kristina Lykowa, Tamara Scarpellini, Daniel Rohr, Norbert Schwientek, Heidy Forster, Daniel Fueter.GENERO: Drama musical
TÍITULO ORIGINAL: Vitus. PAIS: Suiza. DIRECCION: Fredi M. Murer. INTÉRPRETES: Fabrizio Borsani, Teo Gheorghiu, Julika Jenkins, Urs Jucker, Bruno Ganz, Eleni Haupt, Kristina Lykowa, Tamara Scarpellini, Daniel Rohr, Norbert Schwientek, Heidy Forster, Daniel Fueter.GENERO: Drama musical
En la actualidad el niño superdotado posee una clasificación
que no tiene comprobación científica, pero que en el mundo de los que
se rigen por la medicina natural, o el esoterismo, se denomina "índigo".
Según una variada y ecléctica bibliografía sobre el tema son la generación de niños
que
está naciendo en el presente. La teoría sostiene que los nuevos niños
estarían llegando con una estructura cerebral diferente, gran intuición,
sensibilidad extrema y energía en exceso. Son pequeños a los que les
resulta prácticamente imposible adaptarse a los modelos educativos tradicionales,
muy creativos, tienen facilidad para comunicarse mentalmente con los
animales, poseen una importante fragilidad emocional y habilidades innatas para la sanación y la telepatía. Se los llama
niños de las estrellas, como también niños acuarianos, o bien -y ésa es
la denominación más frecuente-, niños índigo. Índigo, porque así es el
color del campo energético que de ellos emana.
Este color índigo hablaría
de su alta frecuencia vibratoria y de un código genético diferente.
Sabemos, además, que para los orientales el índigo identifica al así
llamado tercer ojo. Ese centro, ubicado en el entrecejo es el chakra de
la clarividencia y de la mirada interna que va hacia las profundidades del ser, ya que como bien dijo el Principito, "lo esencial es invisible a los ojos.
Estos niños son independientes y rebeldes, seguros de sí mismos, con un sentido muy nítido de su identidad y están conscientes de tener una misión que cumplir. Su misión sería, ni más ni menos, que la de cambiar la raza humana, construir una raza más pacífica, más sensible, menos autoritaria y manipuladora. Estos "locos bajitos" (como dice Serrat) nacen sabiendo computación, quieren hablar por teléfono a los dos años, o nos dan respuestas tan adultas que nos dejan boquiabiertos. La destreza en el piano y el ajedrez son disciplinas en las que estos niños superdotados suelen demostrar su talento a edades muy tempranas.
En la década del 90 (cuando se comienza a tener conciencia de este fenómeno), el cine se ha acercado a este tema en varias ocasiones con acertadas propuestas: “El pequeño Tate” (Jodie Foster, 1991), “En busca de Bobby Fischer” (Steven Zaillian, 1993), y “Shine” (Scott Hicks, 1996). Fredi M.Murer nacido en 1940 en Backenried, cerca del lago de Lucerna, filma su primer largometraje de ficción ”Grauzone”, en 1979, una metáfora compleja y refinadísima de la sobre la influencia orweliana. Le siguen “Hohenfeur” (1985) que narra los amores incestuosos de dos hermanos aislados del mundo, “Der grüne Berg” (1990), “Vollmond” (1998) e “Downtown Switzerland” (2004), retoma con “Vitus” (2006) la serie de personajes extraños que caracteriza su filmografía.
“Vitus” es un filme que aborda el tema del niño genio y narra su historia. Vitus, que así se llama el personaje, en su primer cumpleaños deslumbra a los invitados acometiendo en un piano electrónico que le regaló su madrina, casi sin cometer errores, el tema del cumpleaños feliz que le cantaron. Esta secuencia grabada en video doméstico por su padre y excelentemente utilizada en la narración de la película (como todas las subsiguientes), marca la obsesión de su madre, por convertirlo en un prodigio, en un fenómeno con el que asombrar al mundo y conseguir a través de él un reconocimiento social. Su padre, ingeniero en una empresa de audífonos, asiste pasivamente a la paulatina insubordinación de su hijo hacía el sistema educativo y de entrenamiento al que le obliga su posesiva madre.
El pequeño Vitus busca alternativas para escapar de las imposiciones maternas. Una de ellas es Isabel, la adolescente que lo cuida y con la que se divierte tocando rock&roll en el piano, mientras ella imita a sus estrellas favoritas. Su madre al descubrir esa cómplice insospechada, que lo aleja de sus rigurosos estudios, lo aparte de ella. El niño, sin embargo, encuentra un refugio protector en la comprensión de su abuelo (Bruno Ganz, veterano actor suizo cuya magnifica actuación que consigue llenar la pantalla sólo con su interpretación), un carpintero viudo y jubilado, que toda su vida ha soñado con establecerse en un universo diferente. Su pasatiempo es construir maquetas aladas, magnífica metáfora para estos dos personajes que desean escapar de ese mundo hostil que no los comprende. En cierto modo el abuelo predispone al espectador hacia la metáfora de un Ícaro infantil. Es una suerte para Vitus tener de su parte a ese adorable abuelo con el que se puede entender sólo con la mirada, siempre con tiempo para prestarle atención, charlar, jugar al ajedrez e inventar historias. Nunca lo agobia ni da sermones. Él le enseña a disfrutar de las cosas sencillas de la vida, a encontrar su estrella y seguirla, a despegar del suelo y ser libre aunque ello implique algunos riesgos. Las relaciones entre ambos, llenas de afecto y complicidad, con relámpagos de potente ternura, se articulan en una trama que circula peligrosamente por contornos melodramáticos sin caer en los golpes bajos que prefija este tipo de género.
Bruno Ganz hace que los dos jóvenes actores que encarnan a Vitus se sientan a gusto en su compañía, y obtiene de ellos las escenas de mayor intensidad humana con sorprendente naturalidad. El carácter despierto del pequeño Fabrizio Borsani y sus grandes ojos dan vida al Vitus de seis años, unas veces locuaz e interesado por todo, otras silencioso y enigmático como si su cerebro funcionase a mil revoluciones por senderos desconocidos.
Por su parte, el virtuosismo al piano de Teo Gheorghiu –de doce años y con importantes premios internacionales en la vida real–, y su sorprendente desparpajo para moverse ante la cámara arrancan momentos de lograda empatía con el espectador. La obra está dividida en dos partes: en la primera, con un excelente giro del guión, se cuenta como el pequeño protagonista (Fabrizio Borsani, que encarna a Vitus de seis años engaña a familiares y maestros al dejar, por un accidente, de ser superdotado para convertirse en "normal"; y la segunda, donde éste resuelve la bancarrota familiar y ayuda a su abuelo a conseguir el sueño de pilotear su propio avión.
“Vitus” es un filme es un filme curioso, diferente y emotivo, en el que más allá de señalar las dificultades que presenta la vida de un niño superdotado muestra una maravillosa relación entre nieto y abuelo. Ahonda en el tema de cómo esta criatura solitaria intenta cambiar el destino que sus padres le fijaron por lo que realmente le dicta el corazón. Evidencia la imposición de los padres en establecer un mandato familiar en detrimento de la vocación, la voluntad y la necesidad de buscar el propio goce. Posee una banda sonora excepcional que acompaña delicadamente cada giro de la historia de manera exquisita.
En síntesis, el espectador podrá disfrutar de una estupenda realización realizada con pulso firmísimo por el suizo Fredi M. Murer que hace de la neutralidad una virtud al narrar la historia con ausencia total de dramatismo y grandilocuencia, sin concesiones al público que espera personajes extremos, logrando la credibilidad que otras historias del mismo asunto no han conseguido. (Beatriz Iacoviello) Publicada en El rincón de El cinéfilo * * * * * * * * *
Estos niños son independientes y rebeldes, seguros de sí mismos, con un sentido muy nítido de su identidad y están conscientes de tener una misión que cumplir. Su misión sería, ni más ni menos, que la de cambiar la raza humana, construir una raza más pacífica, más sensible, menos autoritaria y manipuladora. Estos "locos bajitos" (como dice Serrat) nacen sabiendo computación, quieren hablar por teléfono a los dos años, o nos dan respuestas tan adultas que nos dejan boquiabiertos. La destreza en el piano y el ajedrez son disciplinas en las que estos niños superdotados suelen demostrar su talento a edades muy tempranas.
En la década del 90 (cuando se comienza a tener conciencia de este fenómeno), el cine se ha acercado a este tema en varias ocasiones con acertadas propuestas: “El pequeño Tate” (Jodie Foster, 1991), “En busca de Bobby Fischer” (Steven Zaillian, 1993), y “Shine” (Scott Hicks, 1996). Fredi M.Murer nacido en 1940 en Backenried, cerca del lago de Lucerna, filma su primer largometraje de ficción ”Grauzone”, en 1979, una metáfora compleja y refinadísima de la sobre la influencia orweliana. Le siguen “Hohenfeur” (1985) que narra los amores incestuosos de dos hermanos aislados del mundo, “Der grüne Berg” (1990), “Vollmond” (1998) e “Downtown Switzerland” (2004), retoma con “Vitus” (2006) la serie de personajes extraños que caracteriza su filmografía.
“Vitus” es un filme que aborda el tema del niño genio y narra su historia. Vitus, que así se llama el personaje, en su primer cumpleaños deslumbra a los invitados acometiendo en un piano electrónico que le regaló su madrina, casi sin cometer errores, el tema del cumpleaños feliz que le cantaron. Esta secuencia grabada en video doméstico por su padre y excelentemente utilizada en la narración de la película (como todas las subsiguientes), marca la obsesión de su madre, por convertirlo en un prodigio, en un fenómeno con el que asombrar al mundo y conseguir a través de él un reconocimiento social. Su padre, ingeniero en una empresa de audífonos, asiste pasivamente a la paulatina insubordinación de su hijo hacía el sistema educativo y de entrenamiento al que le obliga su posesiva madre.
El pequeño Vitus busca alternativas para escapar de las imposiciones maternas. Una de ellas es Isabel, la adolescente que lo cuida y con la que se divierte tocando rock&roll en el piano, mientras ella imita a sus estrellas favoritas. Su madre al descubrir esa cómplice insospechada, que lo aleja de sus rigurosos estudios, lo aparte de ella. El niño, sin embargo, encuentra un refugio protector en la comprensión de su abuelo (Bruno Ganz, veterano actor suizo cuya magnifica actuación que consigue llenar la pantalla sólo con su interpretación), un carpintero viudo y jubilado, que toda su vida ha soñado con establecerse en un universo diferente. Su pasatiempo es construir maquetas aladas, magnífica metáfora para estos dos personajes que desean escapar de ese mundo hostil que no los comprende. En cierto modo el abuelo predispone al espectador hacia la metáfora de un Ícaro infantil. Es una suerte para Vitus tener de su parte a ese adorable abuelo con el que se puede entender sólo con la mirada, siempre con tiempo para prestarle atención, charlar, jugar al ajedrez e inventar historias. Nunca lo agobia ni da sermones. Él le enseña a disfrutar de las cosas sencillas de la vida, a encontrar su estrella y seguirla, a despegar del suelo y ser libre aunque ello implique algunos riesgos. Las relaciones entre ambos, llenas de afecto y complicidad, con relámpagos de potente ternura, se articulan en una trama que circula peligrosamente por contornos melodramáticos sin caer en los golpes bajos que prefija este tipo de género.
Bruno Ganz hace que los dos jóvenes actores que encarnan a Vitus se sientan a gusto en su compañía, y obtiene de ellos las escenas de mayor intensidad humana con sorprendente naturalidad. El carácter despierto del pequeño Fabrizio Borsani y sus grandes ojos dan vida al Vitus de seis años, unas veces locuaz e interesado por todo, otras silencioso y enigmático como si su cerebro funcionase a mil revoluciones por senderos desconocidos.
Por su parte, el virtuosismo al piano de Teo Gheorghiu –de doce años y con importantes premios internacionales en la vida real–, y su sorprendente desparpajo para moverse ante la cámara arrancan momentos de lograda empatía con el espectador. La obra está dividida en dos partes: en la primera, con un excelente giro del guión, se cuenta como el pequeño protagonista (Fabrizio Borsani, que encarna a Vitus de seis años engaña a familiares y maestros al dejar, por un accidente, de ser superdotado para convertirse en "normal"; y la segunda, donde éste resuelve la bancarrota familiar y ayuda a su abuelo a conseguir el sueño de pilotear su propio avión.
“Vitus” es un filme es un filme curioso, diferente y emotivo, en el que más allá de señalar las dificultades que presenta la vida de un niño superdotado muestra una maravillosa relación entre nieto y abuelo. Ahonda en el tema de cómo esta criatura solitaria intenta cambiar el destino que sus padres le fijaron por lo que realmente le dicta el corazón. Evidencia la imposición de los padres en establecer un mandato familiar en detrimento de la vocación, la voluntad y la necesidad de buscar el propio goce. Posee una banda sonora excepcional que acompaña delicadamente cada giro de la historia de manera exquisita.
En síntesis, el espectador podrá disfrutar de una estupenda realización realizada con pulso firmísimo por el suizo Fredi M. Murer que hace de la neutralidad una virtud al narrar la historia con ausencia total de dramatismo y grandilocuencia, sin concesiones al público que espera personajes extremos, logrando la credibilidad que otras historias del mismo asunto no han conseguido. (Beatriz Iacoviello) Publicada en El rincón de El cinéfilo * * * * * * * * *
Honor de caballería
El tiempo ese tirano del posmodernismo
Título: “Honor de cavallería”. Título original: Idem, España, 206, hablada en catalán, con subtítulos en español. Guión, producción y realización: Albert Serra, sobre un argumento de A. Serra, Jimmy Gimferrer y Montse Triola, a partir de la novela “El ingenioso Hidalgo Don Quixote de la mancha” de Miguel de Cervantes. Fotografía: Christophe Farnarier, Eduard Grau, Marçal Forés, Neus Ollé. Música: Ferrant Font. Sonido: Juan Pons, Jordi Ribas. Dirección artística y diseño de producción: Jimmy Gimferrer. Compaginación: Angel Martín. Intérpretes: Lluís Carbó (Don Quijote), Lluís Serrat (Sancho), Glynn Bruce, Lluís Cardenal, Bartomeu Casellas, Jimmy Gimferrer, Xavier Gratacós, Eliseu Huertas, Enric Juncà, Josep Pagès, Jordi Pau, Rufino Pijoan, Eduard Sancho, Jordi Sancho, Jacob Torres, Albert Pla. Estreno en la Argentina: 25 de octubre de 2007, presentado por 791 Cine. Duración: 110 minutos, ATP.
“Honor de cavallería” es una producción de origen catalán que cuenta de manera súper libérrima un pasaje de la vida del Ingenioso Hidalgo “Don Quijote de la Mancha” de Miguel de Cervantes Saavedra. Albert Serra, su realizador, que había rodado un largo previo (“Crespià, la pel·lícula, no la ciutat”, 2004, suerte de musical coral en el que participaban los vecinos de la localidad y que nunca se estrenó comercialmente), lleva a cabo este proyecto, concebido fuera de todo convencionalismo, irreverente, excéntrico, pero a la vez respetuoso de la naturaleza de la novela, que como filólogo hispanista y teórico literario conoce muy bien.
Su realización, hecha con actores no profesionales y escaso presupuesto (400.000 euros), intenta filtrarse el la corriente de directores (Pier Paolo Passolini, Bresson, Ermanno Olmi, Tarkosvki, Sukorov, Yasujiro Ozu, Rossellini, Dreyer) cuyo sello artístico es la economía de recursos, un estilo reflexivo y trascendente, en el cual la percepción del tiempo, es a la vez un importante componente de la causalidad del mundo físico y del mundo social.
“Honor de cavallería” es una road movie, en la que durante casi dos horas sus protagonistas, Quijote y Sancho, circulan con un deambular errático, onírico o tal vez metafísico, por caminos claros, sendas ocultas, y paisajes surrealistas en las estribaciones del Ampurdà, Pirineo catalán. El realizador traslada a la pantalla la esencia del Quijote, que a simple vista pareciera ser la aventura, pero que en realidad es el viaje como búsqueda, como ideal, como utopía. Un viaje en el que se encuentran dos soledades, la de un obsesionado, alucinado, incrédulo y patético gentilhombre, aunque también religioso y místico, que se halla ante el umbral de la muerte y, la de un campesino bonachón que sigue tras los pasos de su señor por admiración, fidelidad y costumbre. Sancho es la sabiduría popular en acción que trata de poner el cable a tierra en el cual don Quijote pueda aferrarse y mantener así un mínimo equilibrio con la realidad. En esta obra, cuyo tratamiento es la languidez, se muestra a un Quijote atrapado en un mundo de ensueño, que no pelea contra molinos de viento, sino con su propio fantasma, y en el que no aparecen Dulcinea, vizcaínos, o moros sino un Sancho que sólo sabe que debe seguir a su amo y servirle dentro de ese mundo en el que realidad y ficción son una misma posibilidad. Los personajes que interpretan Lluis Carbó (Quijote) y Lluis Serrat (Sancho) son el reflejo de esos dos seres sin ambiciones, comunes y corrientes, vulgares, taciturnos y melancólicos.
El Quijote, considerado patrimonio de la humanidad, no sólo relata las aventuras y desventuras de un hombre cuya riqueza personal son los libros de caballería y la locura, sino la vida misma de Cervantes que transcurrió en constantes peregrinaciones por Andalucía como recaudador de abastecimientos e impuestos, Italia, o Argel cautivo de piratas argelinos, y también por prisiones en una de las cuales se cree que concibió su novela.
A semejanza de Cervantes, Serra intenta con su “Honor de cavallería” realizar su propio viaje interior, por espacios en donde el espectador se topará con su visión sobre universo y los secretos del alma, en los cuales ser y objetos viven a la vez la dialéctica de las alegrías y las penas, de la sencillez y la complejidad, y en los que el ser más desestructurado y disperso conquista su unidad.
El tiempo es el “leiv motif” del filme de Serra en el que no resuenan palabras huecas sino un silencio que deja en el espíritu del espectador una continuidad de pensamiento, o de murmullo, en el que construye un instante mediante sonoridades vacías y a la vez inserta en ese instante numerosas simultaneidades (visiones, paisajes, detalles). Serra destruye el tiempo encadenado y trabaja sobre el tiempo detenido, que es el tiempo que no sigue la medida conocida, sino que fluye con el agua del río, con el viento que pasa a través del follaje. En esta obra el realizador da al espectador la impresión de entrar en un tiempo recurrente, que parece finalizar en instantes ya pasados, pero que continúa en otro que ingresa en el laberíntico mundo de la naturaleza humana y en la creencia de un ser superior.
La estructura no se desarrolla en forma lineal, se anuda, se teje, nudo a nudo. El drama de los personajes no se explica, sino que éstos experimentan la ambivalencia abstracta del ser y del no ser. Gastón Bachelard dice “en las tinieblas ve mejor su propia luz” y eso lo marcó muy bien Serra que coloca a sus persones en un permanente claroscuro. En esas dos unidades de la noche y de la luz, en la sucesión de amaneceres y anocheces se encuentra la doble eternidad del bien y del mal. La noche y la luz no son evocadas por su extensión, su infinito, sino por su unidad. Noche y luz son instantes inmóviles, instantes negros o claros, alegres o tristes, son momentos de intensa introspección.
“Honor de cavallería”, ubicada en el siglo XVI ( si fuera el actual da lo mismo) es una realización de sensaciones, con un tangencial costado esotérico que hace hincapié en los cuatro elementos (tierra, agua, aire y fuego), y que juegan un permanente rol protagónico, de gran religiosidad y profundo ascetismo.
Tal vez un punto cuestionable en el filme es la carencia de guión, pero éste tal y como fue concebido refleja ese deambular sin horizonte de los personajes y su fragmentado diálogo. Se le puede señalar también el montaje disperso, pero como sería posible hacerlo de otra manera si lo que pretende su realizador es poner la pictografía en movimiento. El ritmo violento del cine actual no permite que el público pueda meditar, mejor dicho detenerse a dejar discurrir con libertad sus pensamientos como lo hacen don Quijote y Sancho. En ese sentido “Honor de cavallería” rompe con ese molde establecido en que lo frenético y la acción son lo bueno, contrasta con ellos y sostiene un ritmo que para algunos espectadores parecerá aburrido y no soportará más de media hora de proyección, o tal vez menos.
No obstante el cine como el infierno está poblado de buenas intenciones y este filme las posee en su belleza y lirismo, dados por la propia obstinación del director en recordar a la pintura flamenca, a Francisco de Zurbarán y a un maestro de la luz como Henri Latour, También es una obra de neto corte filosófico en el se hacen presentes reflexiones sobre la naturaleza humana y la creencia en Dios. Es relevante el Discurso de la Edad de Oro (aparece en la II parte de la novela) por la sencillez del tratamiento y manteniendo las instrucciones de Cervantes. “Después que don Quijote hubo bien satisfecho su estómago, tomó un puño de bellotas en la mano y, mirándolas atentamente, soltó la voz a semejantes razones: —Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío. Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes: a nadie le era necesario para alcanzar su ordinario sustento tomar otro trabajo que alzar la mano y alcanzarle de las robustas encinas, que liberalmente les estaban convidando con su dulce y sazonado fruto. Las claras fuentes y corrientes ríos, en magnífica abundancia, sabrosas y transparentes aguas les ofrecían.”
Esta nueva locura de “Honor de cavallería” no es la de un caballero andante sino de un cineasta que pretende, sobretodo, ser innovador, atrevido, distinto… y también es la gesta de un realizador como Albert Serra que intenta “desfacer entuertos” en un mundo donde el materialismo y la cinematografía comercial son los reyes del mercado. (Beatriz Iacoviello).
* * * * * * * * * *
Días de gloria
Hijos de la patria, marginados del sistema
Título original: “Indigenes”, Argelia, Francia, Marruecos, Bélgica, 2006, hablada en francés y árabe, subtitulado en español. Realización: Rachid Bouchareb. Guión: Oliver Lorelle y R. Bouchareb. Fotografía: Patrick Blossier, AFC. Sonido: Oliver Hespel, Oliver Walczak, Franck Rubio, Thomas Gauder. Banda de sonido original: Armand Amar Khaled. Dirección de arte: Dominique Douret. Vestuario: Michèle Richer. Efectos visuales: L`Est. Efectos especiales: Les Versaillais. Compaginación: Yannick Kergoat. Intérpretes: Jamel Debbouze (Saïd), Samy Naceri (Yassir), Roschdy Zem (Messaoud), Sami Bouajila (Abdelkader), Berbard Blancan (Martínez), Mathieu Simonet (Leroux), Benoît Giros (Capitán Durieux), Mélanie Laurent (chica del pueblo de Les Vosgues), Antoine Chappey (el Coronel), Asaad Bouar (Larbi). Estreno en la Argentina: 03 de enero de 2008, presentada en D V D por Alfa Films. Duración: 128 minutos, S/M.13 años.
La Segunda Guerra Mundial siempre depara sorpresas. Pasaran los años y algún relato olvidado despertará los fantasmas de los desastres de esa guerra cruenta y despiadada. Historias de todo tipo muestran en el cine los horrores realizados por los nazis (que sólo merecen un calificativo: despreciables) y ponen a los aliados como grandes héroes, incapaces de agredir a sus compañeros de batallón o a hombres, mujeres, niños y ancianos de territorios ocupados, o discriminar al otro por su origen latino, asiático, italiano, judío, indígena o negro. Pero la realidad fue otra y las denuncias escasas.
Varias producciones han tratado de relatar fehacientemente algunos hechos de esta índole y vale la pena recordar algunas: “Windtalkers” (2002), “The Dogs of War” (“Perros de la Guerra” - 1981), “The Longest Day” (“El día más largo” -1962), “Bang Rajan” (2000), “Casualties of War” (“Casualidades de la guerra” – 1989), “ The Four Feathers” (“Las cuatro plumas” -1929-1939-2002), “From Here to Eternity” (“De aquí a la eternidad” -1953), “The Guns of Navarone” (“Los cañones de Navarone” - 1961), “Yanks” (“Yankis” -1979), “Flags of our Fathers” (“La bandera de nuestros padres” – 2006), “Platoon” (“Pelotón” -1986), “Empire of the Sun” (“El imperio del sol” -1987), “ Lions for Lambs” (“Leones por Corderos” -2007), “Kurtlar vadisi - Irak” (“Valle de Lobos, Irak” - 2006), “Apocalipsis Now” (1979), “Love Is a Many-Splendored Thing” (“Angustia de un querer” -1955).
En “Indigènes” (“Días de gloria”) no se cuenta la historia de un ejército glamoroso, sino todo lo contrario, muestra la vida de un puñado de hombres de procedencia norteafricana (interpretados por actores casi desconocidos) que son reclutados y enviados a la guerra hasta llegar a ser los primeros franceses que pisan Alsacia, liberando batallas que los colocan en situaciones suicidas.
“Días de gloria” teje en el tapiz de las películas de guerra, una historia más personal que por momentos trata de dar el testimonio de un pueblo, en vez de una sola persona - aunque los protagonistas tengan el peso principal de la acción, y representan a los nativos en su conjunto.
“Días de gloria” mantiene la línea de acción de sobre un grupo de individuos procedentes de las colonias frente a las tropas autóctonas que, por diversas razones, se embarcaron en una guerra que los sepulta, en la tierra o en el olvido; los enajena y los somete a la discriminación y marginación. Si hay carne o tomates son para los franceses, los reclutados africanos no tienen derecho a ellos.
En la mayoría de las realizaciones de guerra los combatientes están divorciados de su vida cotidiana, se la muestra a través de cartas o fotos, en “Días de gloria” todos los personajes se expresan en su propia lengua y son personas reales a las cuales el regreso a casa resulta una utopía.
Casi imperceptiblemente los protagonistas van contando sus historias de vida: Yassir (Samy Naceri) y su hermano menor Larbi, son bereberes marroquíes que pelean por dinero, Messaoud (Roschdy Zem), tirador experto busca escapar de la miseria, se enamorará de una marsellesa, y pasará los días escribiéndole a la espera de una respuesta, sin saber que la máquina burocrática del ejército francés censura sus cartas de amor, el cabo Abdelkader (Sami Bouajila) instruido y legalista quiere hacer carrera en le ejército y cree profundamente en los ideales de “Libertad. Igualdad, Fraternidad”, el cabo Saïd (Jamel Debbouze) en extremo servil y el sargento Roger Martinez (Bernard Blancan) que esconde su origen árabe, los cuales combatirán en nombre de Francia desde su alistamiento en Algeria hasta la desesperada defensa de Alsacia en enero de 1945, apenas cinco meses antes del desembarco de Normandía.
El realizador, Rachid Bouchareb, logró mostrar con gran habilidad un panorama coherente que mezcla el afán épico de las películas de guerra, con una línea intimista que ahonda en los dramas personales de sus personajes obligando al espectador a focalizar la atención en el heroísmo y la difícil situación de ese grupo de milicianos, gente común, que debe afrontar circunstancias extraordinarias, al ser obligados a luchar para proteger sus vidas y la de madre patria. Es un retrato sobre las diversas e intrincadas relaciones humanas, los enfrentamientos cotidianos en el interior de un pelotón en el que se manifestaban a cada instante tensiones raciales, prejuicios y diferencias culturales. Pero a la vez realizó un gran homenaje a ese grupo de individuos que peleó en un territorio que era suyo, sólo en apariencia.
Entre las ventajas que puede poseer una muy buena obra, no exenta de cierto cinismo, como es el caso de “Días de gloria”, es el poder de denunciar una injusticia concreta: el olvido de los combatientes procedentes de las entonces colonias francesas que lucharon en las filas del ejército de la metrópoli durante la Segunda Guerra Mundial, y cuyas pensiones habían sido suprimidas cuando Argelia y Marruecos alcanzaron la independencia. A raíz del filme se enmendó una ley especial impulsada por el presidente Chirac que recogió la indignación de la sociedad francesa y blanqueó aunque parcialmente (y no de manera retroactiva) la deuda del estado francés con los milicianos norteafricanos.
“Días de gloria” es una excelente realización, que tiene una cierta reminiscencia de otras películas contemporáneas con una temática semejante, sobretodo la escena final, sesenta años después de la historia narrada, en el cementerio alsaciano dedicado a los soldados fallecidos en combate y que tanto nos recuerda a “Rescatando al soldado Ryan” o “La bandera de nuestros padres”, aunque suponemos que en cada cementerio de Europa, Asia, África o América siempre habrá alguien que recordará las guerras ya sean Vietnam, Irak, Indochina, Corea, Armenia, Medio Oriente, Líbano, por nombrar algunas.
E realizador Rachid Bouchareb, con una notable fotografía de Patrick Blossier, logró que el espectador tomara conciencia sobre la situación discriminatoria de los soldados colonos, los cuales carecieron de permisos, de equipamiento adecuado o incluso de comida. Algo que a los argentinos también podemos reconocer porque nos ha tocado muy de cerca con esa trasnochada y absurda Guerra de las Malvinas.
“Días de gloria” muestra ciertos aspectos que comúnmente se dejan de lado en las producciones de género bélico y crea una sólida tendencia contra la guerra al mostrarnos la brutalidad y la estupidez de la misma, la pérdida de jóvenes, y su poder para destruir vidas y países de todos los involucrados. (Beatriz Iacoviello).
Publicado en El rincón del cinefilo -Nº 8 -2008
Amores Asesinos
Humo, gabardinas y sombreros de ala ancha
Título original: “Lonely Hearts”, EE.UU. 2006, hablada en inglés, con subtítulos en español. Guión y realización: Todd Robinson. Producción: Holly Wiersma, Boaz Davidson. Fotografía: Peter Levy. Música: Michael Danna. Compaginación: Kathryn Himoff. Con John Travolta (Elmer Robinson), James Gandolfini (Charles Hildebrandt), Salma Hayek (Martha Beck), Jared Leto (Ray Fernández), Laura Dern (Rene Fodie), Scott Caan (Reilly), Michael Gaston (D.A. Hunt), Bruce Macvittie (Eastman), Dan Byrd (Eddie Robinson), Alice Krige. Estreno en la Argentina: 29 de noviembre de 2007, presentada por Distribution Company Argentina S. A. Duración: 107 minutos, S/M.16 años.
La historia del cine negro americano posee algunas parejas de glamorosos asesinos que poco tienen que ver con la realidad, aunque sus historias sean tomadas de las crónicas policiales como: Bonnie and Clayde o Ray Fernández y Martha Beck. También existen otras que por ser de ficción no son menos sanguinarias que las primeras: Mickey y Mallry Knox de “Natural borm killers” (“Asesinos por naturaleza”), los Smith de “Mr. And Mrs. Smith” (“El señor y la señora Smith”), Mickey y Rose de “Shadowboxer”, que han aportado su toque sádico a la morbosidad del espectador.
“Amores asesinos” (“Lonely Hearts”) posee dos líneas de abordaje en la historia que relata, como historias paralelas, por una parte narra la de los criminales cuya relación pasional se derrumba con siniestras consecuencias. Y por otra cuenta la del detective martirizado por su pasado, y obsesionado por capturar a los depravados homicidas. Es interesante el planteo, pero la falta de unificación entre ellas rompe por momentos con el clima de agobio que cada uno de los personajes trae consigo.
“Amores asesinos” toma como base los hechos de una historia real. La narración centra su acción en dos asesinos seriales que explotó la soledad de decenas de mujeres ricas necesitadas de afecto y compañía para estafarlas, robar su dinero o joyas... y asesinarlas. Lo curioso de esta producción es que entrelaza dos historias verdaderas, por una parte la de los homicidas y por otra la del abuelo del realizador, un detective del departamento de policía del Condado de Nasesau, Elmer C. Robinson, que atrapó a los delincuentes y fue testigo de su ejecución.
El director y guionista Todd Robinson logra diseñar “Amores asesinos” con efectiva verosimilitud al ser poseedor de información de primera mano, por la historia familiar que lo precede. Sin duda, el punto de vista del espectador lo centró en la cruda historia de un policía que tras el suicidio inexplicable e impactante de su esposa, debe enfrentar su día a día, luchando contra la depresión y los recuerdos. Elmer C. Robinson para escapar de su angustia se involucra tanto en la persecución de Martha Beck y Raymond Fernández que transforma a la misma en causa superlativa. Tras detener a la pareja de asesinos se plantea un cambio de vida reformulándose la relación con su nueva compañera sentimental y con su hijo, de gran importancia para él.
Existen tres películas que toman la misma situación: “The Honeymoon Killers” (“Los asesinos de la luna de miel”), clásico de culto y única película de Leonard Kastle, “Profundo carmesí”, de Arturo Ripstein (que traslada la historia a México sin cambiar casi nada) y, muy tangencialmente, la magnífica “Badlands”, de Terrence Malick, que se inspira en la historia de dos itinerantes asesinos. Las tres películas reflejan, con mayor o menor acierto, el inaudito caso de estos amantes homicidas. El problema de esta nueva versión hollywoodense es que prefiere dar a través de Salma Hayek un toque más erótico y sensual a la figura femenina, respecto a la verdadera Martha que pesaba 115 kilogramos. Esta elección no refleja la verdadera contradicción para la pasión incomprensible de la pareja (algo que sí Ripstein comprendió irreprochablemente en su versión).
Al principio de la película el espectador conoce a Ray Martin (Jared Leto), un cínico estafador con un "modus operandi", perfectamente definido: contesta anuncios clasificados de mujeres solitarias, inicia relaciones sentimentales con ellas y huye con los ahorros de sus frágiles víctimas (compromiso puesto en excelente grupo de actrices secundarias). Viudas jóvenes y maduras de la Segunda Guerra Mundial que buscaban rehacer su vida, muchas veces colocando anuncios en las secciones de corazones solitarios. Los cheques que el gobierno les entregaba y su calidad de propietarias únicas, las transforma en presa codiciada, pero también las volvía vulnerables a un hombre galante que las seducía con su afecto.
Pero todo cambia cuando Ray conoce a Martha Beck (Salma Hayek), quien de víctima del embaucador, pasa a ser su verdugo. Los celos (no soporta ver a su “hermano” en brazos de otras mujeres) y la inestabilidad emocional hacen que la simple estafa se convierta en asesinato. Su relación entonces se transforma en psicótica simbiosis.
Como homenaje al “cine noir”, “Amores asesinos” no logra alcanzar la meta de excelente. Sin embargo, hay que reconocerle que es la mejor adaptación realizada del célebre caso de la pareja conocida como los Lonely Hearts Killers, formada por el vividor Raymond Fernández y la obesa y poco sugestiva enfermera Martha Beck, a quienes se atribuye haber ejecutado alrededor de 17 mujeres, a fines de los cuarenta. Con un comienzo que prometía por su progreso narrativo en su línea de acción y el crecimiento trágico de los personajes, un resultado excepcional “Amores asesinos” se desbarranca hacia una película rutinaria cuyo mayor éxito es la magistral atmósfera de algunas escenas que recrean el mejor cine negro de los 50´ en el que las gabardinas, el humo y los sombreros de ala ancha aparecen como “leiv motiv”.
John Travolta y James Gandolfini hacen una excelente pareja de detectives que va en pos de los culpables. Travolta interpreta con acierto a un hombre al que su pasado, como pesada carga, se cuelga a sus espaldas, y el guión obliga a transitar por escenas redundantes y en ocasiones exageradas. Gandolfini como buen actor de soporte remata con soltura los hilos que Travolta deja sueltos. Laura Dern tiene un mínimo rol como retraída pareja afectiva de Travolta, pero a pesar de ello logra sacar partido de sus escasas apariciones.
“Amores Asesinos” no es un convencional thriller sino más bien un estudio psicológico que intenta profundizar (en la medida de lo posible) en las complicadas relaciones entre los personajes, en la intencionalidad de sus mentes y los vaivenes de una sociedad recién salida de la Segunda Guerra Mundial. Es una consistente película sin mayor trascendencia, pero que combina entretenimiento, buenas actuaciones y una fotografía espectacular. (Beatriz Iacoviello)Publicada en El rincón del cinefilo.com.ae - Enero 2008.* * * * * * * * * *
lunes, 21 de enero de 2008
Película: "A las 5 de la tarde" (En DVD)
Un cielo azul sangre
Tener un padre famoso como Mohsen Makmalbaf, que escribió más de 30 guiones y dirigió alrededor de 20 películas siempre es un incentivo para retar la propia historia. En esa competencia Samira Makhmalbaf, con menos de treinta años y filmadas tres películas y un corto: “Sib-La manzana” (1996), “Takhté siah, La Pizarra” (2000), “11'09'01 - September 11” (2002) (segmento "God, Construction and Destruction") y en 2003, (”Panj é asr”) “A las 5 de la tarde”, y con otra en preparación que se estrenará en 2008: “Two-Legged Horse” (2008), se perfila como una realizadora de gran talento que no tiene miedo de pedir ayuda a su progenitor y lo vincula a su proyecto como guionista, productor y compaginador.
En el filme “A las 5 de la tarde”, la talentosa guionista y directora iraní se basa en un cuento original de su padre, para realizar un lapidario retrato sobre las contradicciones entre tradición y modernidad y, especialmente, entre las viejas y las nuevas generaciones afganas sintetizadas en este caso en la relación padre-hija, hombre –mujer, suegro-nuera, individuo- sociedad. La acción se sitúa en el Afganistán medieval de principios del siglo XXI. Samira deliberadamente busca una impronta de tono realista para iniciar la obra y mostrar la odisea cotidiana de la protagonista, Nogreh, una joven que debe esforzarse en conseguir a diario agua y alimentos para su padre, su cuñada (que espera noticias de un esposo que no se sabe donde está) y su agonizante bebé.
Hija de un hombre fanático que lamenta la pérdida de valores en la sociedad post talibán, Nogreh desea un cambio en su país, un cambio que no sólo permita la democracia si no que permita la igualdad entre sexos e, incluso, la oportunidad de que una mujer alcance la presidencia del país. Nogreh, sueña despierta en un Kabul directamente emparentado con el Berlín de “Germannia, anno zero” (“Alemania año cero”) de Roberto Rossellini (1947).
Noqreh, es una joven semianalfabeta, que rompe con las consignas establecidas por la religión y desobedece a su padre, típico exponente del extremismo talibán, y concurre en secreto a una escuela laica de Kabul, para lo cual escapa furtivamente de la mezquita y en la puerta levanta el velo de su “burka”, descubre su rostro, se coloca zapatos blancos de tacón alto. Los zapatos, de hecho bastantes deslucidos y no aptos para caminar a través de las ruinas, tienen el fuerte significado simbólico de su femineidad rebelada.
Ante una consulta general de una maestra a las alumnas, y en medio del asombro de sus compañeras, asegura que quiere ser la primera mujer presidenta de Afganistán. A partir de esa ingenua y a la vez maliciosa pregunta comienza a desarrollarse la historia de la joven, sus ilusiones y su encuentro con un refugiado paquistaní, el "poeta" (cuyos hermanos han sido simbólicamente asesinados en las guerras civiles y las potencias invasoras) quien, admirador de su fuerza y vehemencia, entablará amistad con ella y la acompañará en su deseo utópico de prepararse para la presidencia. Será este mismo poeta quien hará referencia, al “Llanto por la muerte de Sánchez Mejías” y, específicamente, a los versos que citan la funesta hora de las cinco de la tarde, tiempo en que Nogreh debe habitualmente enfrentarse a la cruel realidad de la luchar por la supervivencia de la familia.
En Afganistán, como en todos los países que viven en guerra, la realidad es despiadada. No hay margen para los sueños ni para las esperanzas. Negando la muerte del hijo a las mujeres, sin poder enfrentar la nueva realidad y los (exiguos) cambios sociales, el padre llevará a su desmembrada familia hacia Kandahar, en un viaje a lo fantasmagórico por un desierto en el que solo encuentran fantasmas que niegan su existencia. Esta familia a la que golpea la muerte dos veces llevándose, además del esposo, al indefenso el bebé, parece desplazarse sin destino por un paisaje cuya vastedad angustia y la irrealidad obsesiona a tal punto que al encontrar a otro ser tan espectral como ellos, que declara que se quedará allí hasta la eternidad, el padre decide quedarse y enviar a las mujeres a seguir buscando sustento bajo ese sol “de las cinco de la tarde”.
La caída del régimen talibán, como la de todos los sistemas dictatoriales, permite conocer apenas la punta del iceberg de lo que ocurrió en esas sociedades, en este caso la afgana, que a pesar de las noticias y los artículos que escriben o escribieron los corresponsales extranjeros siempre lo que se recibe es una verdad a medias. El mundo occidental está muy lejos en pensamiento, tiempo y acciones del oriental: árabes, afganos, iraníes, iraquíes, turcos, libaneses, sirios, etc, por lo tanto desconoce los cánones por los cuales orientan su vida, que en la mayoría de los casos está basado en las enseñanzas del Corán, la Sharia (ley islámica) y en Afganistán por los talibanes.
“A las 5 de la tarde” es una reflexión que oscila entre la reivindicación y conquista apenas incipientes de los derechos de la mujer y la vida sórdida, decepcionada, devastada que poseen millones de refugiados que sobreviven en condiciones infrahumanas a causa de la ignorancia y la pobreza. Tal vez una de las escenas que mejor señala esa la miseria, no sólo material sino también espiritual a la que está sometido el afgano, sea cuando Noqreh ofrece con generosidad una porción de su miserable hueco en la montaña y los otros le roban no sólo el espacio sino hasta el aire que respira. Deben irse de allí (traslada sus pocos enceres para evitar oír música), y encontrar refugio en un avión destartalado, al que sacuden para jugar un grupo de niños, en el que es posible ver una insoslayable metáfora de los vaivenes de esa sociedad.
A pesar de tener algunas secuencias un tanto obvias, aunque lo obvio sea una reafirmación de lo que se desea defender, Makhmalbaf evita el maniqueísmo y lleva al espectador por senderos más cercanos al documental que a la ficción. La elección de intérpretes no profesionales escogidos en las calles de Kabul y de Kandahar, le permite al filme poseer una verosimilitud cercana al cinéma-verité o el neorrealismo italiano. El desprecio a la vida y un culto velado a la muerte mantienen su presencia en toda la realización, y una muy buena elipsis de esa situación son el tema de las minas colocadas en cualquier parte de la ciudad, que cuando estallan sólo queda en el suelo un par de anteojos, los de la compañerita de Noqreh.
Nogreh intenta emular a Benazir Bhutto de Pakistán y a pesar de su ingenuidad política no desiste de sus sueños de ser Presidente de su país algún día. Mientras ensaya su discurso, ayudada por su pretendiente poeta, comprende que la lucha política no sólo son buenas intenciones, sino publicidad y astucia. Una secuencia interesante es el debate de las niñas sobre la situación de la mujer en su país. Pero la película deja caer una mirada de comprensión y piedad hacia el antiguo Afganistán, simbolizado por el padre Nogreh. Él bewails (refugiados y marginales) que "blasfema ha invadido la ciudad" y el mundo que conocía ha dejado de existir, y por eso él siente que al único que puede confiar sus sentimientos es a su burro, que "no conoce nada más que heno".
Samira Makhmalbaf con gran valentía mantiene en cada uno de sus filmes la denuncia sobre el oscurantismo que rodea a determinados sectores de la sociedad árabe (divididos a su vez por los clanes tribales). Especialmente centra su crítica en el talibán que aún mantiene una hegemonía encubierta sobre grupos marginales que no encuentran o no vislumbran un mundo mejor fuera del fanatismo religioso. En ese sentido el mayor acoso a la individualidad y la represión más sostenida la han sufrido las mujeres.
El título de la película está tomado del comienza del poema “Lamento por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías”, de Federico García Lorca, que habla de la agonía y muerte del famoso torero. En Afganistán son siempre las “cinco en punto de la tarde en todos los relojes” porque la muerte está en permanente acecho y un cielo sangre de tragedia acompaña como letanía la cotidianeidad de ese pueblo abandonado a la mano de los hombres y pareciera que lejos de la mirada de Dios. A pesar de ello Samira Makhmalbaf, con su sola actitud creadora, y de finalizar su película de un modo desgarrador, amargo e irrevocable, encuentra el modo de dar a través de su poética visión un nuevo soplo esperanzador a las mujeres no sólo árabes, sino también a las pertenecientes a toda sociedad tribal. (Beatriz Norma Iacoviello).* * * * * * * * *
Título original: “Panj é asr”,
Itán Francia, 2003, hablada en dari, con subtitulado en español.
Realización: Samira Makhmalbaf, Producción: Mohsen Makhmalbaf. Guión:
Samira Makhmalbaf., basado en un cuento de Mohsen Makhmalbaf.
Fotografía: Ebrahim Ghafori y Samira Makhmalbaf. Música: Mohammad Reza
Darvishi, basada en música tradicional afgani. Sonido: Behrooz Shahamat,
Farak Fadaee. Compaginación: Mohsen Makhamalbaf. Intérpretes: Agheleh
Rezaie (Nogreh), Abdolgaru Yousefrazi (Padre), Razi Mohebi (Poeta),
Marzieh Amiri (Leylomah), Gholamjan Gardel, Halimeh Adbolrahman, Bibigol
Asef, Jerom Kazagh, Mina Asis, Vakileh Govah. Estreno en la Argentina:
06 de diciembre de 2007, presentado por 791 Cine, en D V D. Duración:
105. S/M.13 años.
“Bordertown: Ciudad al límite” del director chicano Gregory Nava
es una bien intencionada película sobre lo que sucede en la frontera
norte de México. En casi los 3.600 km. de frontera, del Pacifico al
Atlántico, el tema del narcotráfico, la corrupción y empresarios
enriquecidos utilizando el capitalismo más salvaje, es una pesadilla que
afecta especialmente a los habitantes de los distintos estados que
lindan con Estados Unidos. La guerra entre carteles, entre bandas y
Gobierno, entre Iglesia y narcos (durante mucho tiempo se habló del
narco-clero a raíz del asesinato en 1995 cardenal de Guadalajara, Juan
Jesús Posada Ocampos), tiene como rehenes a los ciudadanos que viven de
modo constante entre dos fuegos.
Gregory Nava no obtuvo el resultado que buscaba, y en ciertos aspectos formales “Ciudad al límite” es una producción frustrada, pero su oficio le permitió al espectador poder dar “una probadita” (como dicen los mexicanos cuando sólo se muestra la punta del ovillo) sobre lo que allí acontece. Su historia, basada en un hecho real, transcurre en una de las peores ciudades fronterizas ya que en ella se concentra el mayor número de problemas migratorios y otros derivados de las maquiladoras. Por allí transitan todos aquellos que por buscar el sueño americano, y escapar de la pesadilla del hambre en México, quedan tendidos en el desierto al acecho de los buitres.
De todo lo que sucede en esa frontera, en su momento habitó por allí el Chupacabras, lo que más ha causado conmoción a México, y al mundo, fueron los misteriosos asesinatos de las mujeres, en su mayoría jovencitas que no alcanzaban los veinte años. Ese hecho fue objeto de relatos, libros, canciones, documentales y series de televisión. Con anterioridad el tema de los asesinatos de las mujeres de Juárez fue tratado en diferentes documentales: “Señorita extraviada” (2000) de Lourdes Portillo, “Desierto de Esperanza” (2002) de Cristina Michaus, “Ni Una Más”, cortometraje (2002) de Alejandra Sánchez, “Ni una más” (2005) de David Turpin García y “Preguntas sin respuestas: los asesinatos y desapariciones de Ciudad Juárez” (2004) de Rafael Montero, que desde diferentes ópticas mostraron esta flagelante realidad. “The Virgin of Juarez” (2006) de Josefina López, producida por HBO, toma el mismo caso de la película de Nava, pero se centra más en el folclore que se suscitó alrededor de la niña oaxaqueña sobreviviente de los brutales ataques, y que el pueblo convirtió en santa.
La cifra de mujeres ultimadas, de 1993 a la fecha, se eleva a quinientas. Detrás de estos crímenes se acumulan miles de casos de hostigamiento sexual, doméstico y laboral, no denunciados, de violencia intrafamiliar no atendida, y sobre todo de una pasividad institucional que magnificada por la prensa local sirve como estímulo a los asesinos de lo que hoy se conoce ya como un feminicidio. Los crímenes son sistemáticos, semejantes entre sí, con evidencia de tortura en casi todos, son ejecuciones realizadas con saña y alevosía.
Si bien Nava tuvo la intención de hacer un film de denuncia, terminó convirtiéndolo en un folletín demasiado previsible, con un tono de telefilme de sobremesa, muy lejos de “El Norte” (1984), “Mi familia” (1995) o “Selena” (1997), con la cual alza vuelo Jennifer López.
Las actuaciones son poco o nada convincentes. Jennifer López está muy lejos de ser la periodista preocupada por denunciar a corruptos y asesinos, Antonio Banderas parece haber desconocido todo lo que aprendió alguna vez de actuación, Sonia Braga ya alejada de su Doña Flor y el mito erótico creado a su alrededor, encarna a una lamentable hacendada que alterna con la plutocracia azteca y al mismo tiempo cobija en su casa a los excluidos del sistema. Martin Sheen pone en funcionamiento todas sus rutinas de actor experimentado y Juan Diego Botto interpreta a un rico empresario mexicano, dueño de una maquiladora, al que nadie puede tomar en serio, ni él mismo cree en su personaje. Dentro de ese multifacético elenco está también la mexicana Maya Zapata que pone su mejor esfuerzo sin conseguir dar fuerza a su Eva Jiménez. El único que está muy bien, porque se interpreta a si mismo, es Juanes, que también proporcionó parte de la banda sonora de la película.
Es una pena que “Ciudad al límite” o “Ciudad del silencio” como se la llamó en España, no haya podido alcanzar el nivel de profundidad que merecía el tema, y sólo se haya quedado en la superficie de un thriller mal contado. (Beatriz Iacoviello).* * * * * * * * * *
Gregory Nava no obtuvo el resultado que buscaba, y en ciertos aspectos formales “Ciudad al límite” es una producción frustrada, pero su oficio le permitió al espectador poder dar “una probadita” (como dicen los mexicanos cuando sólo se muestra la punta del ovillo) sobre lo que allí acontece. Su historia, basada en un hecho real, transcurre en una de las peores ciudades fronterizas ya que en ella se concentra el mayor número de problemas migratorios y otros derivados de las maquiladoras. Por allí transitan todos aquellos que por buscar el sueño americano, y escapar de la pesadilla del hambre en México, quedan tendidos en el desierto al acecho de los buitres.
De todo lo que sucede en esa frontera, en su momento habitó por allí el Chupacabras, lo que más ha causado conmoción a México, y al mundo, fueron los misteriosos asesinatos de las mujeres, en su mayoría jovencitas que no alcanzaban los veinte años. Ese hecho fue objeto de relatos, libros, canciones, documentales y series de televisión. Con anterioridad el tema de los asesinatos de las mujeres de Juárez fue tratado en diferentes documentales: “Señorita extraviada” (2000) de Lourdes Portillo, “Desierto de Esperanza” (2002) de Cristina Michaus, “Ni Una Más”, cortometraje (2002) de Alejandra Sánchez, “Ni una más” (2005) de David Turpin García y “Preguntas sin respuestas: los asesinatos y desapariciones de Ciudad Juárez” (2004) de Rafael Montero, que desde diferentes ópticas mostraron esta flagelante realidad. “The Virgin of Juarez” (2006) de Josefina López, producida por HBO, toma el mismo caso de la película de Nava, pero se centra más en el folclore que se suscitó alrededor de la niña oaxaqueña sobreviviente de los brutales ataques, y que el pueblo convirtió en santa.
La cifra de mujeres ultimadas, de 1993 a la fecha, se eleva a quinientas. Detrás de estos crímenes se acumulan miles de casos de hostigamiento sexual, doméstico y laboral, no denunciados, de violencia intrafamiliar no atendida, y sobre todo de una pasividad institucional que magnificada por la prensa local sirve como estímulo a los asesinos de lo que hoy se conoce ya como un feminicidio. Los crímenes son sistemáticos, semejantes entre sí, con evidencia de tortura en casi todos, son ejecuciones realizadas con saña y alevosía.
Si bien Nava tuvo la intención de hacer un film de denuncia, terminó convirtiéndolo en un folletín demasiado previsible, con un tono de telefilme de sobremesa, muy lejos de “El Norte” (1984), “Mi familia” (1995) o “Selena” (1997), con la cual alza vuelo Jennifer López.
Las actuaciones son poco o nada convincentes. Jennifer López está muy lejos de ser la periodista preocupada por denunciar a corruptos y asesinos, Antonio Banderas parece haber desconocido todo lo que aprendió alguna vez de actuación, Sonia Braga ya alejada de su Doña Flor y el mito erótico creado a su alrededor, encarna a una lamentable hacendada que alterna con la plutocracia azteca y al mismo tiempo cobija en su casa a los excluidos del sistema. Martin Sheen pone en funcionamiento todas sus rutinas de actor experimentado y Juan Diego Botto interpreta a un rico empresario mexicano, dueño de una maquiladora, al que nadie puede tomar en serio, ni él mismo cree en su personaje. Dentro de ese multifacético elenco está también la mexicana Maya Zapata que pone su mejor esfuerzo sin conseguir dar fuerza a su Eva Jiménez. El único que está muy bien, porque se interpreta a si mismo, es Juanes, que también proporcionó parte de la banda sonora de la película.
Es una pena que “Ciudad al límite” o “Ciudad del silencio” como se la llamó en España, no haya podido alcanzar el nivel de profundidad que merecía el tema, y sólo se haya quedado en la superficie de un thriller mal contado. (Beatriz Iacoviello).* * * * * * * * * *
Título original: “Bordertown”,
EE. UU., Reino Unido, 2006, hablada en español e inglés, con subtítulos
en español. Guión y realización: Gregory Nava. Producción: Simon Fields
y G. Nava. Fotografía: Rey Villalobos. Música: Randy Spendlove.
Vestuario: Elisabetta Beraldo. Compaginación: Pedraic McKinley.
Intérpretes: Jennifer López (Lauren Adrian), Antonio Banderas (Alfonso
Díaz), Sonia Braga (Teresa), Maya Zapata (Eva), Martin Sheen (George
Morgan), Rene Rivera (Aris), Kate del Castillo (Elena), Randall
Batinkoff (Frank Kozerski), Carolina Villareal (Joven Lauren), Bob
Morrisey (Bill Kellog), Julio César Cedilla (empleado de Díaz). Fecha de
estreno en la Argentina: 20 de diciembre de 2007, presentado por
Distribution Company S.A. Duración: 112 minutos.
Mi nombre es August Rush
Un melodrama a toda orquesta
Con una mezcla de “Amadeus”, “Oliver Twist”,” Sleepless in Seattle” y “Mr. Holland's Opus”, “August Rush” tiene un argumento ambicioso, que se pierde en una madeja de enredados puntos de giro que, casi siempre, conducen a otra acción más complicada que la primera. Si bien la trama apunta en primera instancia a rescatar a un niño de un orfanato, deriva, luego de azarosas pruebas, en un cóctel bizarro para convertir al huérfano en un talentoso compositor. Con una historia artificial y forzada hasta lo inverosímil la realización puede llegar a ser una telenovela abreviada, sobre todo cuando en poco menos de dos horas alcanza su final feliz al reunir al protagonista con su padre, un cantante de rock, Louis Connelly (Jonathan Rhys-Meyers, “Titus”, “Mission: Impossible III”, “Match Point”), y su madre, una sobreprotegida chelista, Lyla (Keri Russell, “The Girl in the Park” ,” Mission: Impossible III”, “ Waitress”).
Pero no todo es absurdo en este filme, por ejemplo la banda sonora de Mark Mancina es un atractivo mosaico de sonidos, que abarca desde los de la naturaleza hasta los provocados por la ciudad, y los de la propia humanidad transitando por las calles y casas de New York. Existe una corriente musical que se inspira en los sonidos de máquinas, herramientas, fábricas, autos, bocinas, tachos de basura, cacerolas, etcétera. La obra de Mancina se entrelaza junto con el argumento, para mostrar cómo la música dentro de “August Rush” finalmente escapa de cualquier parte para transmutar en una composición completa.
Para compañeros y maestros del orfanato Evan Taylor (Freddie Highmore – “Charlie y la fábrica de chocolate”, “A Good Years”,” The Golden Compass”), es un niño extraño, escucha música en el viento, en la gramilla, en los cables eléctricos y en el ajetreo de la cocina, ama tanto el sonido que provocan que no puede contenerse y lo expresa a su modo. Es como si tuviera una orquesta completa en su cabeza. Esta actitud lo convierte en un marginado y en el blanco perfecto para el grupo matones que controla el orfanato.
Evan insiste que la música lo conectará con sus padres, a quienes no conoció, y con esa intuición escapa del orfanato para ir a buscarlos. En el camino tropieza con Wizzard (Robin Willams - inquietante mezcla entre Bono de U2 y Fagan de “Oliver Twist”), un empresario que vive en el antiguo y abandonado Teatro Fillmore East, en el East Village, con un grupo de niños de los que recibe dinero por tocar música en calles de la zona. Bajo la tutela de Wizard, Evan, descubre que en ese mundo no es un ”raro” sino que fue extrañamente dotado para interpretar los sonidos de la naturaleza.
De hecho, es un prodigio musical al estilo de Mozart. Él adopta el nombre artístico de August Rush y rápidamente se convierte en la mayor fuente de ingresos de Wizzard.
Por azares del destino conoce en una iglesia la música de los Godpels, a Hope (Jamia Simone Nash, pequeña actriz de televisión) y al reverendo James (Mykelti Williamson) que le facilitaran el ingreso a la famosa escuela de música Juilliard, de la cual, él sin saberlo, había egresado su madre.
A pesar de los desaciertos en la estructura del filme, éste posee valores positivos que lo rescatan de caer en el melodrama barato. Uno de ellos es la inquebrantable creencia que posee el Evan o August de que sus padres sí lo quieren. Este optimismo lo sostiene y lo hace continuar en su búsqueda con la esperanza de reunirse con sus padres.
Varios adultos entran a la vida de August para convertirse en influencias eficaces y alentadoras. Richard Jeffries (Terrence Howard – “Four Brothers”), es uno de ellos, su trabajo en el Departamento de Servicios Infantiles le permite seguir la pista del muchacho y ayudar a su madre a encontrarlo.
La realización centra su atención en al poder de la música, y a la belleza que genera en nuestra alrededor si sólo tuviéramos el valor y poder de reconocerla. La música es el "leiv motiv" del filme, en realidad es la protagonista. El hecho de que August es alentado a desarrollar su don, ya sea por elementos espurios como Wizzard o celestiales como los Gospels, en lugar de esconderlo, pueden provocar que el público advierta que en su casa podría haber niños que poseen las mismas condiciones musicales que August. Ese dicho “toca de oído” a veces puede avisar que tenemos genio oculto en la familia.
Otras de las variantes del filme es el contenido espiritual que se refleja en algunas expresiones sugeridas por August cuando dice: "La música está en todas partes. Todo lo que tienes que hacer es abrirte a ella", y "Es una armónica conexión entre cada uno de los que habitamos el universo, incluyendo a las estrellas". El comentario que hace el reverendo James da una conexión directa entre la música y lo divino: "La música es la manera en que Dios nos recuerda que hay algo además de nosotros en este universo".
Los contenidos violentos de la película están dados por la realidad en la que debe desenvolverse August, primero para defenderse de la pandilla del orfanato, cuyas tácticas incluyen: despertarlo a media noche, colgarlo contra la pared y dar golpes cerca de su cabeza para asustarlo, molestarlo por su deseo de encontrar a sus padres, y hacer que su amigo lo llame "monstruo". Hasta una profesora molesta a August y a su amigo por ser diferentes. Wizzard es otro de los focos de violencia como los de los ataques por celos de la parte de la banda de niños del teatro. Wizzard no es el mejor líder de la banda. Desprecia a los otros chicos y le dice al mejor amigo de August, Arthur (Leon G. Thomas III, actor de TV) que es un "perdedor".
La directora Kirsten Sheridan (hija de Jin Sheridan - el realizador de “Mi pie izquierdo”, “En el nombre del padre” y “Tierra de sueños”) parece no aportar nada propio al mediocre guión de Nick Castle y James V. Hart, basado en la historia de Paul Castro y Nick Castle, y es la poesía de la música la que le permite remontar un filme destinado al fracaso. Pero el verdadero valor de “August Rush”, a pesar de los guionistas y la realizadora, reside esencialmente en los valores que éste mundo ha perdido: amistad, lealtad, perseverancia, desarrollo del talento natural en los niños, amor y preservación de la unidad familiar. (Beatriz Iacoviello).
Título original: “August Rush”, EE. UU., 2007,
hablada en inglés, con subtítulos en español. Realización: Kristen
Sheridan. Producción: Richard Burton Louis, Gabrielle Jerou. Guión: Nick
Castele, James V. Hart. Fotografía: John Mathieson. Música: Mark
Mancina. Dirección de arte: Mario Ventenilla. Compaginación: William
Steinkamp. Intérpretes: Freddie Highmore (August Rush), Jonhatan Rhys
Meyers (Louis), Robín Williams (Wizzard), Keri Russell (Lyla), Terrence
Howard (Richard Jeffries), Jamia Simone Nash (Hope), Wyketi Williamson
(reverendo James), Leo G. Thomas III (Arthur). Estreno en la Argentina:
10 de enero de 2008, presentado por SUN Distribution Group y
Distribution Company Argentina S. A. Duración: 100 minutos, A.T.P.
No hay comentarios:
Publicar un comentario